Tengo la sensación de que uno de los efectos secundarios de la aceleración de la vida en la que estamos inmersos es el olvido, la desmemoria. Todo va tan rápido que olvidamos con la misma rapidez. Si alguna vez alguien menciona en una conversación un proyecto artístico que fue más o menos conocido hace, pongamos, unos diez años, lo habitual es que ya nadie sepa de qué hablas. Pero porque, también, lo habitual es que la mayoría de proyectos nazcan y mueran rápidamente. Cuando un proyecto se mantiene durante veinticinco años, entonces estamos desafiando las lógicas imperantes.
Xcèntric, el cine del CCCB, es uno de esos proyectos. El año que viene cumplirá veinticinco años. A veces me olvido de que existe pero cada vez que me tropiezo de nuevo con él me alegro muchísimo de que siga ahí. Las últimas veces que he asistido a sus proyecciones me las he encontrado siempre llenas de público a rebosar y me ha sorprendido la cantidad de gente joven que me rodeaba en las butacas del auditorio del CCCB. Sus precios populares supongo que ayudan: 4€, 3€ si tienes descuento, abono de 15€ por 5 sesiones, o de 12€ con descuento, y gratuito para los Amigos del CCCB. Son precios de otros tiempos. Tiempos en los que podías ir a ver lo que fuese sin arruinarte. Otras instituciones públicas deberían tomar nota.
Este mes de abril, la programación del Xcèntric comienza con películas de Robina Rose, cineasta londinense que iba a viajar a Barcelona para presentar sus películas pero que desgraciadamente falleció a finales de enero. En la primera sesión, el jueves 10 de abril, se proyectará la copia restaurada de Nightshift, una deliciosa película estrenada en 1981. Robina Rose la rodó en cuatro noches en el hotel Portobello de Londres, donde ella trabajó como recepcionista durante una época. La actriz que interpreta a la recepcionista es la inquietante y fascinante Jordan, icono punk de la época y estrella de Jubilee de Derek Jarman. El resto del reparto también proviene del estrato underground ochentero londinense, como algunos de los miembros de la Penguin Cafe Orchestra, que también firman la música. O los cineastas Anne Rees-Mogg y Jon Jost, este último responsable de la bellísima fotografía. Destacan en esta película su dimensión onírica o la reivindicación del trabajo en la sombra de la mujer, también el retrato del underground londinense de principios de los ochenta y la cantidad de detalles maravillosos que trufan la película, como la escena homenaje a Cero en conducta, de Jean Vigo, en la que unos niños protagonizan una pelea de almohadas a cámara lenta, que Robina Rose convierte en una divertida pelea de almohadas entre chicas utilizando el mismo efecto de cámara lenta.
A mí me toca sobre todo ese último tema: ese tempo lento, del que Elena Gorfinkel afirma en este artículo sobre Nightshift que son las mujeres cineastas como Chantal Akerman o Margarite Duras quienes lo han llevado a extremos más radicales. Un tempo lento en el que el espectador, en vez de ser arrastrado constantemente intentando capturar su atención por todos los medios, goza de un mayor grado de libertad. Y ese tempo lento tan de agradecer en este momento actual de aceleración insoportable se percibe también, quizá aún más radicalmente, en Jigsaw, la película que Robina Rose filmó un año antes que Nightshift y que podrá verse el domingo 13, en una sesión titulada Miradas divergentes, dedicada a otras formas de mostrar el autismo más allá de los estereotipos del cine convencional. Parece como si Jigsaw siguiese a un grupo de niños autistas en una escuela londinense con el objetivo de invitarnos a percibir el mundo a través de su mirada, y no me refiero solo a la vista sino a todos sus sentidos: a su oído, su tacto y hasta su gusto. Y lo que yo percibo más fuertemente al aceptar el reto de hacer ese ejercicio activamente es ese tempo lento, un tempo que permite observar y disfrutar de detalles que habitualmente pasan desapercibidos.
A Robina Rose le agradezco que ver una película como Jigsaw en la oscuridad de una sala me haga ver de un modo nuevo algo que va más allá de su película. Por ejemplo, la novela El descubrimiento de la lentitud, de Sten Nadolny, sobre la vida de John Franklin, personaje real que se hizo famoso por sus arriesgadas expediciones al Polo Norte a finales del siglo XVIII. El comportamiento de Franklin, al menos en la novela, parece englobarse en ese tipo de neurodivergencia (ahora, después de ver Jigsaw me doy cuenta) por culpa de su exasperante lentitud, pero al final de su vida acabará gozando de un gran reconocimiento gracias precisamente a que esa misma lentitud le permitirá una inusual agudeza y profundidad de pensamiento, factores que son claves para resolver los problemas que la gente que va muy rápido casi nunca es capaz de resolver como es debido. Aunque, ahora que lo pienso, quizá esa novela pertenezca a esas narrativas convencionales que la sesión Miradas divergentes pretende, si no combatir, al menos complementar desde una perspectiva autista. Bien, pues desde aquí también mi agradecimiento a la gente de Xcèntric por invitarme a pensar en eso.
El programa Xcèntric de ese fin de semana también incluye un programa para toda la familia, El bosque encantado, una selección de cortometrajes dentro del ciclo Cinema 3/99, cuyo nombre es un guiño al intervalo de edades recomendadas que aparece en las cajas de juegos infantiles. Y después de la pausa de Semana Santa volverá a la carga el jueves 24 de abril con la sesión Ficciones sinestésicas. Cuatro cineastas californianas (de los 70: Dorothy Wiley, Amy Halpern, Janis Crystal Lipzin y Gunvor Nelson) y el domingo 27 con Penthesilea, la primera de las películas, a caballo entre el cine experimental y el cine político, que los críticos Laura Mulvey y Peter Wollen realizaron en los 70.
Y si no te van bien ninguna de estas fechas está bien acordarse de que el archivo Xcèntric está abierto de martes a domingo de 10 a 20 horas, gratuitamente pero con cita previa. En el archivo se pueden consultar a la carta mil pelis de cine experimental y documental. Este año se han incorporado al archivo la filmografía casi completa de Su Friedrich y varias películas de Takashi Ito, Al Jarnow y Maya Deren.
La historia detrás de las últimas incorporaciones es bastante curiosa. El cineasta Michael Rudnick declinó cobrar los honorarios por la proyección de sus películas al toparse con la cantidad de burocracia que debía cumplimentar para poder cobrar (¿os suena?). Solo pidió que ese dinero se destinase a cineastas jóvenes que estuviesen empezando, lo que ha permitido las nuevas incorporaciones al archivo de Many Eyes, Many Centers, Moving (2022), de Maria Pipla, y Fractura (2023), de Biviana Chauchi.
Publicado en Teatron.