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Notas que patinan #106: Tiranas Banderas

Fui a la Nau Ivanow a ver Tiranas Banderas II de LΔST atraído por el texto que presentaba la pieza, porque no había oído hablar de ese autodenominado estudio de creación y porque son gente joven. Adentrémonos en estos pensamientos.

Imagen extraída del Twitter de @nauivanow

El texto que presentaba la pieza me atrajo no tanto por el tema, las banderas, sino porque estaba escrito con una inteligencia desenfadada que me llamó la atención. De hecho, diría que está mucho mejor escrito que la media de lo que se suele leer como reclamo de una pieza. ¿En qué me baso para decir esto si se supone que estos artículos intento escribirlos desde la premisa del no juicio? ¿No he hecho bandera de la guerra a los juicios de valor? Bueno, no es fácil escribir ese tipo de textos (me refiero a los textos de presentación) como tampoco es fácil luchar todo el rato contra los juicios de valor. A mí me cansa mucho y a veces ya no puedo más y paso de todo. Pero es muy fácil, por lo visto, caer en los tópicos de moda del momento, esas típicas expresiones que todo buen artista contemporáneo debe utilizar según la época en la que se escriban. ¿Por qué esas expresiones típicas y no otras? ¿Quién lo decide? No se sabe. Bueno, yo no lo sé pero si sé que el estilo imperante plagado de lugares comunes del buen artista moderno me hace desconectar de lo que sea que intente expresar el texto en cuanto mi cerebro detecta un par de palabras clave de ese tipo. No me pareció el caso del texto de Tiranas Banderas II, y no hablo ya del texto de presentación sino de lo que vi, oí y leí en escena. A ver, es posible que algún término de moda extraído del manual del buen artista moderno cayese pero juraría que con ironía. Y, aunque no fuese así, el resto del texto lo compensaba. Un texto que se dividía en texto proyectado, texto dicho desde altavoces (quizá en directo, quizá grabado, no se sabe, pero en cualquier caso muy bien dicho – ¡ya estamos de nuevo con los juicios de valor!- por una voz femenina) y texto dicho en escena (pero muy poco) por un actor disfrazado de teletubby. Pero de este último texto, marginal en el conjunto, poco puedo decir porque la irrupción del teletubby, su presencia, provocó en mi cerebro una inhabilitación temporal de los mecanismos de descodificación del lenguaje hablado. No sé qué dijo pero sé que parecía que escupiese un poco a posta mientras hablaba. Y eso, en este momento de sensibilidad sanitaria, fue un detalle disruptivo que diría que no pasó desapercibido para una parte del público.

Estudio de creación me resultó un nombre curioso, cuando lo leí, comparado con los viejos términos colectivo o compañía. Pero la verdad es que colectivo y compañía siempre me han sonado a rancio, a teatro o a danza, a tradición, sin que esto sea un jucio de valor. Simplemente pretende ser una constatación. Estudio de creación tiene otras connotaciones. Es imposible huir de ellas. ¿He escrito estas últimas frases (desde el inicio del párrafo) con un poco de miedo a los haters? Sí, así ha sido. Tiranas Banderas II también habla del miedo que tenemos actualmente todos los que salimos a escena o publicamos lo que sea, aunque sólo sea un tuit. Miedo a que digamos algo que nos meta en problemas más o menos gordos, con los poderosos desconocidos, con desconocidos que no tienen más poder que el de insultarnos o con gente, poderosa o no, a la que conocemos demasiado. Vuelven los tiempos de la Santa Inquisición, los delatores están en todas partes y su ideología abarca prácticamente todo el espectro. El resultado es que nunca sabes por dónde te van a caer las hostias. Tiranas Banderas II comienza diciendo que ella es una pieza con miedo. Cada vez tenemos más miedo. El miedo a las consecuencias y el miedo al qué dirán.

Pero sigamos: jóvenes. No se sabe cuándo comienza ni cuando acaba la juventud ahora mismo pero si tienes menos de treinta y cinco años se supone que aún eres joven. Aunque yo diría que antes eras joven si tenías menos de veinticinco. Sea como sea, LΔST, en el supuesto de que sean jóvenes, son jóvenes informados. La acción que se desarrolla en escena consiste básicamente en un tipo tatuando a un pequeño cerdito (muerto) una frase con caracteres góticos, que es una cita y también un irónico mensaje final que solo alcanzamos a leer por completo cuando se acaba la pieza. A parte de la breve pero contundente intervención del teletubby el resto eran textos, vídeos y fotografías proyectadas y la voz en off que hilaba un discurso que partía de la fascinación actual por las banderas, con inteligencia y humor, como punto de partida para tratar un montón de temas de actualidad, entre otros la libertad de expresión y el mundo que nos ha traído el virus. El texto también hablaba de las convenciones y las ponía en evidencia, por ejemplo, al final, al no apagar las luces para señalar inequívocamente que la pieza había acabado. El público estuvo a punto de abandonar la sala sin aplaudir, por culpa de eso, me parece, pero alguien decidió comenzar a aplaudir cuando la mitad del público ya se había ido. Ese primer aplauso contagió al resto y todos los que aún quedaban en la sala acabaron prorrumpiendo en un gran aplauso, quizá aliviados.

En el texto de la pieza se citaba a Pablo Gisbert para decirnos que el dramaturgo de esta pieza se había estado leyendo todos sus textos completos con la intención de fusilarlos. La influencia de El Conde de Torrefiel, por tanto, era evidente y declarada, aunque con retranca, no solo en los textos sino quizás en cómo se decían e incluso en la puesta en escena. Santiago Sierra, al que también se citaba en el texto, aparecía en los créditos como asesor artístico. ¿Jóvenes recogiendo ya la tradición de sus hermanos mayores? ¿Por qué no? Aunque me parece que sería muy injusto reducir Tiranas Banderas II solo a eso, si así fuese no veo dónde estaría el problema. De hecho, quizás ya vaya siendo hora.

Publicado en Teatron.