Son las siete menos cuarto de la tarde del 25 de noviembre de 2023. Estoy en València, en uno de los camerinos del primer piso de La Mutant. Decido ponerme la camiseta negra con la palabra Amateur impresa en blanco. Debajo, en letras más pequeñas, pone “La música es una droga dura, y es legal”. Es una de las camisetas que serigrafió Olga Alvarez para la trilogía Amateur, un proyecto anterior. En unos minutos vamos a estrenar Can 60, una performance que hemos organizado con Aris Spentsas (y con Antoine Forgeron en las luces y la dirección técnica y Pierre Peres como asistente de Aris Spentsas para gestionar la remuneración del trabajo del público) en la que tres pianistas (Renata Casero, Vanesa Santanach, María López Belarte) y yo interpretaremos al piano una pieza de Erik Satie, Vexations, escrita en 1893. En la partitura, el compositor pide que se repita 840 veces una secuencia de un poco menos de un minuto y medio, si la tocamos a 40 bpm la negra, la velocidad a la que hemos decidido interpretarla (Satie sólo dejó escrito que se debe interpretar “Très lent”, o sea, muy lento). 40 es el tempo más lento que uno puede seleccionar en un metrónomo. Si no nos desviamos de ese tempo, y las cuentas no nos fallan, la interpretación debería durar veinte horas, una hora y media más de lo que duró en su primera interpretación pública, en 1963, hace 60 años, en un concierto organizado por John Cage en el Pocket Theater de Nueva York, en el que él mismo interpretó Vexations con la ayuda de nueve pianistas más. Pero esta vez, al contrario de lo que pasaba en la última pieza que estrené hace más de un año, no hay metrónomo en escena. El tempo está en mi cabeza (con un poco de suerte).
Me he puesto esa camiseta porque, la noche anterior, Antoine Forgeron nos enseñó un vídeo en el que el músico valenciano Llorenç Barber hablaba sobre Vexations. En ese vídeo, Llorenç Barber decía que esa pieza es una ceremonia de limpieza, para los intérpretes y para el público. Hablando con el equipo llegamos a la conclusión de que entonces estaría bien ponerse ropa vieja, para dejar lo viejo atrás.
Bajo las escaleras que comunican los camerinos con el escenario. Paso por delante del proyector que, en unos minutos, proyectará el contador de las repeticiones en la pantalla gigante que hemos colocado ocupando todo el escenario. Atravieso el escenario oculto por esa pantalla hasta llegar a una puerta que da acceso al pasillo por el que salgo hasta encontrarme con la mesa donde Aris y Pierre reciben al público y van a controlar sus entradas y salidas para anotarlas en una hoja de cálculo en uno de los ordenadores que tienen sobre la mesa. Con el otro ordenador, conectado a una pantalla de plasma visible para el público, irán informando de cómo van las cuentas. Disponemos de un máximo de 1.000€ para pagar el trabajo del público, que consiste únicamente en permanecer en la sala durante el espectáculo. Aris y Pierre reciben a cada persona del público entregándoles un pequeño programa de mano donde están las instrucciones que deben seguir, que son muy pocas. Básicamente, se les dice que por cada minuto que pasen asistiendo a la performance cobrarán 5 céntimos de euro. Si consiguen llegar hasta el final cobrarán 60€ pero eso no se dice explícitamente en el programa. Si a alguien le interesa ya lo calculará. En ese programa de mano se dan cuatro apuntes sobre de qué va esto. Hay un retrato de la pintora Suzanne Valadon (el MNAC le dedica una extensa exposición que se puede visitar hasta el 1 de septiembre) hecho por Satie y otro de Satie hecho por Suzanne Valadon. Suzanne Valadon fue la única relación sentimental de Satie de la que se tiene conocimiento. Duraron menos de medio año. Cuando rompieron, Satie compuso Vexations. Si encuentras la manera de desplegar el programa de mano se convierte en un póster con el manuscrito original de la partitura. Ese programa de mano lo imprimimos la semana anterior en la Impremta oberta, la nueva imprenta del Espai nyamnyam, en Mieres, en La Garrotxa.
Bajo las escaleras que conducen a la platea, donde hemos colocado un piano de cola Stenway and Sons, al que le hemos quitado la tapa, rodeado de sillas y cojines en el suelo formando círculos concéntricos. Paso por delante de la fila de libros que están en el suelo del escenario para que el público los coja y los lea durante la performance, si les apetece. Está el libro de Aris Spentsas titulado ¿Y si fuéramos espectadores? donde se habla de cómo podría cambiar todo en el mundo del arte contemporáneo si el público, en vez de pagar, cobrara. También hay libros sobre Satie, escritos del propio Satie y también de Cage. Pero también hemos puesto algunos otros libros que nos parecían que se relacionaban bien con la temática de la performance, como El derecho a la pereza, de Paul Lafargue, el yerno de Marx.
Pasan un par de minutos de las siete de la tarde. Me dirijo a la silla que hemos colocado cerca de la banqueta del piano. Me siento, cierro los ojos y coloco mis manos sobre mis muslos. Satie dice en la partitura que el intérprete debe prepararse con antelación, y en el más absoluto silencio, para la seria inmovilidad a la que va a tener que enfrentarse. Estoy nervioso, como es natural. Intento respirar profundamente, retener la respiración y soltarla poco a poco sin que se note lo que estoy haciendo. Pero no me sale, supongo que por los nervios. Así que me relajo y respiro como puedo. Espero la señal de Antoine Forgeron, que tiene que bajar las luces de público para que comience la función. Pero al cabo de un rato me doy cuenta de que no voy a darme cuenta de la señal si no abro los ojos. Siento al público. Siento cómo van llegando y cómo algunos ya están sentados rodeando el piano. Decido abrir los ojos y sentarme en la banqueta del piano. No estoy seguro pero supongo que las luces son las correctas. Si no es así confío en que Antoine reaccionará a mi movimiento y pondrá las que tocan. Enfrente de mí está la partitura de Vexations. Es una sola página. Al lado está el pulsador bluetooth para activar el contador.
Deben de ser las siete y siete minutos. Quizá me he pasado un poco con la espera. Pero Satie dejó escrito que había que prepararse un rato… Bueno, eso ya quedó atrás. Ahora tengo que empezar con la música. Durante unos segundos pienso en el tempo que debo utilizar. Es un detalle clave porque una desviación del tempo, multiplicada por 840 veces, significaría añadir o restar algunas horas a la performance. Aunque tampoco es para tanto porque lo podemos ir corrigiendo sobre la marcha. Respiro.
Comienzo la interpretación de Vexations. Primero mi mano izquierda interpreta todo lo delicadamente que puede la melodía en la que se basa la pieza: do, la do sostenido si bemol, re sostenido, sol re do re sostenido sol bemol, do sostenido, fa si sol bemol re sostenido do bemol, mi mi. Luego se le une mi mano derecha en una armonización repleta de intervalos de quinta disminuida (o, invertidos, de cuarta aumentada), tritonos, el considerado diabolus in musica. Luego la mano izquierda vuelve a repetir exactamente la misma secuencia. Para acabar, mi mano derecha se vuelve a unir a la izquierda invirtiendo las dos notas que toca simultáneamente. La voz superior ahora se interpreta una octava por debajo. La otra voz sigue donde estaba pero ahora es la voz más aguda. Ya está, ya la he tocado una vez completa. Le doy al botón del contador con la mano derecha mientras inicio con la mano izquierda la primera repetición. En la pantalla gigante compruebo que aparece 1/840. Sólo quedan 839 repeticiones más.
Es un gusto tocar ese magnífico piano, el mejor que hemos encontrado. Disfruto del tacto de las teclas y del impresionante sonido que produce. Apenas uso los pedales. Aunque me gusta tocarla ligando bien las tres voces, en los ensayos he buscado una digitación que me permita conseguirlo más o menos cómodamente sin utilizar apenas el pedal. Hay que cuidar la relajación de todos los músculos involucrados y utilizar la muñeca para acompañar el movimiento de los dedos de la mano, para literalmente transportar la mano hacia donde sea necesario en cada momento. No es obvio pero tampoco es tan complicado. Intento acompañar el fraseo con mi respiración. Debo tocar durante dos horas seguidas antes de que Renata Casero me dé el relevo. Supongo que esto es como correr. La respiración es importante. Pienso en eso mientras toco la quinta repetición. Le doy al botón. En la pantalla gigante aparece 5/840. Giro mi cabeza a la izquierda para comprobarlo cada vez porque no me acabo de fiar del aparato. Cada vez me gusta menos la tecnología.
Sigue entrando gente a la sala. Desde mi posición puedo verlos caminar hasta la mesa de Aris y Pierre. También escucho el sonido de las escaleras metálicas cuando alguien sube o baja por ellas. Hay una pareja de chicas a las diez (hablo como lo hacen los pilotos de avión en las películas) que charlan discretamente. No me molestan, al contrario. Me gusta comprobar que la vida sigue su curso a mi alrededor. En algún momento alguien se acerca a la cola del piano y me mira. Me sé la partitura de memoria, así que me puedo permitir el lujo de mirar a donde me dé la gana. Miro a la persona que me está mirando. Nuestras miradas se cruzan. Vuelvo a mirar la partitura. No quisiera distraerme y equivocarme.
Cuando llevo unas veinte repeticiones (o sea, media hora) comienzo a explorar otras posibilidades a la hora de interpretar la partitura. Pruebo a tocar más fuerte, a utilizar más el pedal, a resaltar la mano izquierda por encima de la derecha, a hacer crescendos y diminuendos, pero siempre intentando mantener el tempo inicial. Cuando ya llevo un buen rato probando cosas me canso de ese juego y vuelvo a, más o menos, las mismas coordenadas de la interpretación inicial. En general, no miro directamente a la gente pero sí que percibo cómo algunos se mueven por la sala y otros hablan en voz baja. También escucho, de lejos, un rumor que viene de la mesa de Aris y Pierre.
A las nueve menos cinco de la noche Renata se sienta en la silla de al lado del piano. Me sustituirá pronto. Han pasado las dos horas volando. Al cabo de unos pocos minutos se levanta cuando yo estoy interpretando el último pentagrama. Renata se acerca al piano. Su mano izquierda sobrevuela el teclado cuando yo toco los dos últimos acordes. En el silencio de corchea final yo me levanto de la banqueta y un instante después ella toca con su mano izquierda la primera nota, ese do negra, al mismo tiempo que yo le doy al botón del contador para que avance y ella se sienta en la banqueta que yo he ocupado durante dos horas. El primer cambio ha sido un éxito. Me voy dejando el piano en buenas manos.
Rodeo el piano. Veo a gente sentada leyendo los libros. Una chica está meditando con los ojos cerrados. Me llama la atención un grupo de adolescentes que se han atrincherado detrás del último círculo de sillas, recostados sobre la pared. Parece que vienen preparados para pasar la noche. Me dirijo hacia la mesa de la entrada. Pregunto a Aris y Pierre qué tal va todo. Escucho cómo Renata le da un poco de brío a su interpretación. Toca más fuerte que yo y me parece que algo más rápido. Salgo por la puerta que da acceso al escenario. Paso por delante del proyector. Me agacho para no interrumpir la proyección del contador. Subo al camerino. Me pongo un jersey y una chaquetilla. Bebo agua. Bajo de nuevo. En el camerino apenas se escucha el piano pero en cuanto bajo reconecto con la música. Vuelvo a atravesar el escenario agachándome. Salgo a fumar un cigarrillo al patio. Desde el patio veo el interior a través de los ventanales. Hablo con uno de los acomodadores. Va a pasar toda la noche con nosotros. Dice que está acostumbrado a no dormir mucho porque cuida de su nieto, que se despierta a menudo. Me encuentro con Vanesa Santanach. Me presenta a una músico del este de Europa, no recuerdo si era ucraniana, cantante quizá. Vuelvo a entrar. Me encuentro con gente del público a quienes conozco. Algunos son valencianos, otros han venido desde Madrid o Barcelona. Sentado sobre el escenario charlo en voz baja con ellos. Cada vez hay más gente entre el público. Hasta las cinco de la madrugada no me toca otra vez.
Noto cómo Renata va modificando su interpretación a medida que avanza el reloj. Ha probado más cosas que yo. En concreto, me llama la atención cuando se pone a tocar un poco staccato. Parece como si estuviese interpretando Bach. Pero a medida que pasa el tiempo también noto que su interpretación se va suavizando. Un poco antes de las nueve Vanesa se prepara para relevar a Renata. Me da la impresión de que se está poniendo un poco nerviosa. Le doy un abrazo y le deseo mucha mierda.
A las once, Vanesa Santanach le da el relevo a Renata. Es curioso comprobar cómo cada intérprete le da un carácter ligeramente diferente a la pieza. Tanto Vanesa como Renata utilizan el pedal mucho más que yo. Me fijo en ese detalle. Me cruzo con Renata en el camerino mientras voy a por mi cena. Ella va con su hijo. Comentamos la jugada. A la una le toca su segundo y último turno.
Algo más tarde de las once subo al tercer piso con Antoine Forgeron por un laberinto de pasillos, puertas y escaleras. Me como un bocadillo de jamón con una cerveza mientras contemplo lo que ocurre abajo. Es una vista magnífica. Antoine me enseña los colchones que el equipo técnico y las acomodadoras tienen preparados para dormir un poco durante la noche. Barajo la posibilidad de quedarme allí arriba para dormir un poco, aunque sea en el suelo (no les voy a robar los colchones), pero decido bajar.
Pasada la una de la madrugada, desde la mesa de Aris y Pierre vemos un poco alarmados cómo Renata, que ha sustituido de nuevo a Vanesa, se pone de pie mientras sigue tocando. No ha levantado la mano, que es la señal que hemos acordado por si alguien necesita que lo relevemos urgentemente. Al cabo de un rato se vuelve a sentar. Luego sabremos que ha tenido un tirón en la pierna derecha, de tanto darle al pedal.
Me fumo un último cigarrillo en el patio, con Antoine y otro de los técnicos de la sala, que está entusiasmado con lo que está sucediendo y pasará con nosotros toda la noche. Me pregunta si seguiremos tocando en el caso de que la sala se vacíe de público durante la noche. Claro que seguiremos tocando. Hasta acabar las 840 repeticiones. Ese es el trato. Lo contrario sería faltarle al respeto a Satie.
Me meto de nuevo en la sala, dispuesto a dormir. Ya hace rato que hay gente que lo intenta. Me coloco en una de las esquinas. Pillo un par de cojines para utilizarlos como almohada. Me tumbo en el suelo y cierro los ojos pero no puedo dormir. Escucho cada una de las notas que está tocando Renata. Visualizo el nombre y apellido de cada nota. Es demasiada información. También escucho cada paso que se da en la sala y en los accesos a la sala, los pasos de cada persona que entra o sale. Me esfuerzo en intentar dormir. Necesito descansar para enfrentarme a mi relevo de la madrugada y a los dos siguientes que me corresponden luego. Pero no hay manera.
Cuando me canso de intentarlo abro los ojos y veo que ya no es Renata la que toca sino Vanesa. Eso es que son más de las tres de la madrugada. Vanesa cada vez toca más delicadamente. Eso es lo que necesitaba, un poco menos de volumen hasta conseguir que la música se convierta en un paisaje sonoro, ya no en unas notas con nombres y apellidos sino en una masa informe, en una bruma, en un mantra dicho en susurros. Empieza a ser todo un poco psicodélico.
No me doy cuenta de que me he dormido hasta que noto que alguien me toca en el hombro muy suavemente. Es Aris. Me dice que falta media hora para mi turno de las cinco. No me lo puedo creer. Me da la impresión de que no he dormido nada. Me levanto con una cara como de boxeador apaleado. Acompaño a Aris hasta la mesa. Él no ha dormido nada. Pierre creo que tampoco. Se ríen de mi cara. Yo pongo cara de preguntarme quién me mandaba a mí meterme en esto. Pierre me recuerda que fue idea mía. Antoine se une a nosotros y me dice que Renata y Vanesa han acelerado un poco el tempo. Por lo visto han ganado ya cuarenta y cinco minutos con respecto a lo previsto. Les digo que estoy dudando si ponerme el vestuario que llevaba en la pieza que estrené el año pasado, Patada a seguir. Es un kilt gallego (el kilt es la típica falda escocesa) con unas medias negras, sin calzado y con el torso desnudo. Por una parte la idea es seguir dejando atrás lo viejo, por otra es un homenaje a otra de las interpretaciones de Vexations que organizó John Cage en Berlín, creo. Una de las pianistas era Charlotte Moorman. Por lo visto, era conocida como la chelista topless porque a veces tocaba en tetas. Cage se apostó no sé cuántos dólares a que no se atrevería a tocar así en su turno. Ella ganó la apuesta tocando desnuda de cintura para arriba en su segundo turno. En media hora me toca mi segundo turno, así que se me había ocurrido homenajearla. Mis compañeros me animan a que lo haga.
Pero antes de subir Pierre me comenta que no tarde porque Vanesa se cae de sueño y se está durmiendo sobre el piano. Cada vez toca más lento. Por lo visto, igual que Renata, Vanesa se ha puesto de pie para evitar dormirse. Pierre ha ido a hablar con ella. Creo que le ha llevado un café con leche, que se habrá tomado sin dejar de tocar porque en ningún momento ha dejado de sonar la música.
Subo al camerino volando y allí decido ponerme la falda, las medias y nada más. Hace un poco de frío pero pienso que los focos me calentarán. Bajo corriendo, paso por delante del proyector agachándome, aunque pienso que ese gesto es inútil porque nadie debe de estar mirando el proyector en estos momentos. Más bien, los que quedan en la sala deben de estar durmiendo. Corro a sustituir a Vanesa. Paso por su lado y le digo al oído que no se preocupe, que la voy a sustituir ya. Paso del protocolo de sentarme detrás de ella un rato. No hay tiempo que perder. En cuanto está llegando al último pentagrama me acerco y hacemos el cambio. Noto cómo se va suspirando aliviada. Pero enseguida vuelve para preguntarme si no voy a tener frío vestido así, con falda y a lo loco. Mientras sigo tocando le digo que no se preocupe, que está todo controlado.
Mientras comienzo a tocar oigo ronquidos a mis espaldas. Pienso en que yo sólo conseguí dormirme cuando Vanesa comenzó a tocar muy pero que muy suave. Así que me propongo tocar lo más flojo que pueda durante dos horas. Durante las dos horas siguientes utilizo el pedal celeste todo el rato para conseguir el pianissimo más sutil que un Stenway and Sons gran cola puede dar. Busco el límite todo el rato. Pienso que en mi piano la mitad de esas notas que toco tan y tan piano no llegarían a sonar. Diría que es en este momento cuando Pierre se mete debajo del piano, supongo que dispuesto a dormir. Estuvo allí una hora. Disfruto de la sensibilidad del magnífico piano que tengo en mis manos mientras espero a que se haga de día. Contaba con ver las primeras luces del alba al final de mi turno a través de las ventanas que hemos abierto aposta pero no es así, en esta época del año el sol sale un poquitín más tarde. Será María López Belarte quien dé la bienvenida al nuevo día. La veo aparecer. Se sienta frente a mí. Nos saludamos con la mirada. Al cabo de un rato la tengo a mi lado y unos minutos después me da el relevo.
Subo al camerino a cambiarme. Me pongo un pantalón y un jersey azul celeste, celeste como el pedal que he estado tocando durante dos horas. Bajo de nuevo y me siento en el suelo, apoyado en la pared debajo del escenario. Contemplo a María mientras toca invocando al nuevo día. Su interpretación es un pelín más lenta que la mía, muy delicada, extrae un sonido maravilloso del piano y consigue que percibas todas las capas. Es curioso cómo esos pocos pentagramas esconden dentro tantos detalles. A medida que se suceden las repeticiones, en vez de aburrirme lo que voy es descubriendo todos los mundos que encierra esa música, todos sus dibujos geométricos, sus voces, sus simetrías, sus sabores, sus olores, su luz, yo qué sé.
Me voy a la taquilla porque Pierre me ha dicho que ahí hay cruasanes para nosotros. Me ofrecen café pero no me apetece, prefiero beber agua. A la vuelta Pierre me avisa de que María está teniendo problemas con el pulsador del contador. Por lo visto, al pulsar una vez se han corrido unos cuantos números de golpe. Ella se ha dado cuenta y ha conseguido manipular el pulsador sin dejar de tocar para ir hacia atrás en el contador hasta donde una persona del público, sorprendentemente atenta, le ha dicho que era la última iteración que había visto en pantalla. Esa persona del público se ha puesto de pie y está vigilando para que no vuelva a pasar. Me uno a ella en esa vigilancia. A María le vuelve a fallar el pulsador. Me acerco para ayudarle a corregir el fallo. Le digo al oído que en vez de utilizar el índice pruebe a pulsar con el pulgar, como en los mandos a distancia. No me hace caso a la primera, ni a la segunda. Pero creo que, después de algunos errores más, acaba utilizando el pulgar. Sea como sea, lo del contador se estabiliza. Ya se ha hecho de día. Desde la sala, por primera vez, vemos el exterior. Percibo que la luz sobre el piano ha cambiado. Ahora tiene un toque anaranjado. Pero eso no es cosa del sol sino de Antoine Forgeron.
A las nueve sustituyo a María. Me levanto para sustituirla antes de tiempo, antes de que haya llegado al final de una de las repeticiones. María se ríe. Me doy cuenta y me vuelvo a sentar. Ahora sí, ya está acabando. Hacemos el cambio perfectamente. Aún me quedan unas cuatro horas más de tocar el piano. Me parece increíble. Ya no procuro tocar tan piano, ahora intento ir despertando a la sala poco a poco. En este turno comenzará a llegar más gente, algunos que ya pasaron por aquí ayer y otros que vienen por primera vez, con sus hijos pequeños. Algunos se acercan al piano y miran en su interior. Hay gente que nunca ha visto las entrañas de un piano de cola mientras alguien lo toca. Es realmente curioso contemplar todo ese sofisticado mecanismo de cuerdas, martillos, maderas y metales. Me doy cuenta de que estoy comenzando a imitar la manera como tocaba María. Comienzo a pensar en cómo tocaban Renata y Vanesa e intento imitarlas también. Me da por utilizar el pedal del medio pero creo que no tiene ningún sentido en esta pieza. Pero no contento con eso le doy al pedal derecho y lo mantengo bajado mientras toco una o dos repeticiones, o más, ya no recuerdo. Todos los sonidos se mezclan a tope. Creo que me estoy pasando. Comienzo a estar muy cansado. Y estoy sudando.
María me sustituye a las once en punto de la mañana. Doy gracias a dios. Un instante antes de darle el relevo paso mi mano rápidamente por el teclado porque no quiero que se coma mis sudores. María se da cuenta del detalle y se ríe para sus adentros. En la mesa Antoine me dice que estamos perdiendo fuelle, que habíamos ganado tres cuartos de hora pero que entre María y yo hemos perdido otra vez media hora o así, que a este paso no llegamos a la paella y que eso sería imperdonable. Le digo que no se preocupe por la paella, que llegaremos pero que hay que tocar la partitura con todo el cariño, que es lo que María está haciendo en estos momentos. Pero tengo en cuenta lo que me dice, no por la paella sino por conseguir acabar antes de las tres, que es lo que habíamos previsto.
Cuando le doy el último relevo a María, a la una del mediodía, intento acelerar un poco el tempo. Mi objetivo en este relevo es un poco ese. Pero pronto Vexations me pone en mi lugar. Cuando llevo una hora, hacia las dos, me doy cuenta de que aún me faltan más de treinta repeticiones para llegar al final. Voy más o menos por la 810. Y entonces noto que no puedo más y comienzo a romperme. Me imagino que eso es lo que les debe pasar a los que corren la maratón cuando están llegando al final. Ves la meta ahí pero ya no puedes más. De pronto, cada vez que tengo que comenzar de nuevo, toco ese maldito do inicial y es como si me clavasen una navaja en el corazón. Realmente siento que no puedo más. ¿Pero qué puedo hacer? Si levanto mi mano para que me sustituyan ¿a quién le voy a pasar el marrón? ¿A Vanesa, que casi se queda dormida sobre el piano a las cinco de la madrugada y que se ha ido luego a ver tocar a su hija, que tocaba a las doce? ¿A Renata, que acabó con un tirón en la pierna? ¿A María, que ha estado tocando cuatro horas entre las siete de la mañana y la una? No, tengo que continuar yo. ¿Pero cómo?
Se me hace realmente complicado tocar. Me fallan las fuerzas. Comienzan a caérseme las lágrimas, no sé si de cansancio, de dolor o porque la ceremonia de limpieza está comenzando a dar sus frutos. De pronto veo cosas raras. Al mismo tiempo que me resbalan las lágrimas por las mejillas (con la vergüenza que me comienza a dar que el público se dé cuenta) me entra la risa. Me parece estar teniendo una revelación. Pienso en mi vida y creo comprender cosas que hasta el momento no había entendido. No sólo de mi vida sino de la vida. Me río de todo eso al mismo tiempo que realmente puedo ver ciertos enigmas vitales desplegados ante mí. Y entonces decido que lo único que puedo hacer es respirar e ir poniendo una nota detrás de la otra. En algún momento, me digo a mí mismo, llegará el final. Sólo tengo que seguir tocando. Una nota detrás de la otra. Pero pulsar cada una de las teclas me cuesta muchísimo, como si pesasen una tonelada. Comienzo a inclinarme sobre el teclado, como si el piano me estuviese abduciendo. Y entonces decido no parar pero sí tomarme mi tiempo. Comienzo a tocar cada vez más lento. Ya llegaré, me digo a mí mismo. El tiempo ya no significa nada para mí. Una nota detrás de la otra y ya está. Involuntariamente, me di cuenta al acabar, en ese momento ejecuto un ritardando enorme, desmesurado, durante más de media hora, pero en realidad totalmente proporcionado con las diecinueve horas que lo han precedido. Es como esas sinfonías de Mahler que parece que nunca van a acabar porque son tan largas que la cadencia final se eterniza, se alarga como un chicle, proporcionalmente a la larga duración de la música que la ha precedido. Acabo tocando tan lento que la pieza ya casi ni se reconoce. Cuando despierto de mi trance noto un silencio abrumador a mi alrededor. La gente se ha callado. Siento a esos adolescentes detrás de mí. Siento que estamos todos juntos en esto. Me emociono pero no dejo que la emoción se me lleve porque tengo que acabar con esto de una vez.
Toco la última nota. Pulso el dichoso botoncito. La pantalla gigante marca 840/840. El público aplaude. Me pongo en pie. Renata, Vanesa y María se me unen para saludar. Deberían haber bajado también el resto del equipo.
John Cage dejó escrito que la noche después del estreno de Vexations se fue al campo, durmió once horas seguidas y que su vida cambió para siempre. Yo esa noche dormí diez horas seguidas. Al día siguiente me sentía muy animado, muy ligero. El resto del equipo también. Varios días después lo hablamos y seguíamos sintiendo todos esa sensación. Satie, haz tu magia.
Rubén Ramos Nogueira
18:40 Pasada. Pongo la luz de público al 70% y un recorte de contra para el piano en forma de óvalo. Estamos preparados para abrir las puertas.
19:05 Comienzo. Bajo la luz de público al 20% y subo la preparación que hemos pactado para empezar las Vexations: recorte al teclado, recorte a la partitura, recorte frontal a la pianista, recorte frontal al piano, y lateral y contra al piano. Todo está al 40% lo que genera un tono cálido.
Es la señal para empezar.
También está iluminada la mesa-taquilla y el área dónde tenemos los libros.
Las ventanas del patio están abiertas y se intuye la quietud de los árboles en la oscuridad.
22:30 Noche. Ante el temor a que las lámparas de los focos no aguanten las 20 horas, he decidido doblar todos los aparatos principales. Unos tienen un ligero ángulo desde la derecha y otros la tienen desde la izquierda del piano. He decidido llamarles “Poniente” y “Levante”. Y hacer suave la transición de una a otra cada dos o tres horas para que puedan enfriar las lámparas.
00:30 Noche. Bajo la luz de público al 10% y entran los PC´s de contra azules al piano. Levante está al 25%. Un halo azul profundo rodea el piano. También bajo los libros y la mesa.
02:50 Noche. Lento cambio de Levante a Poniente. Lo dejo al 20%. Todo es muy cálido e íntimo. Sólo la partitura y el teclado destacan por su blancura.
04:45 Noche. Volvemos a Poniente. Como parece que los filtros azules aguantan los subo de porcentaje hasta el máximo.
07:15 Noche. Nuevo cambio a Levante. Parece que he dormido una hora, pero no lo podría asegurar.
07:40 Amanecer. Mientras fumo un cigarro en el patio veo que empieza a clarear por la zona del mar. La visión del interior del teatro a través de los cristales es fantasmal. Parece un sueño.
07:55 Amanecer. Cambio muy lentamente los contras azules por unos ámbar. Como están concentrados sobre la maquinaria desnuda del piano se producen unos reflejos muy curiosos en el techo de la sala. Subo Levante hasta el 25% para compensar.
08:30 Amanecer. La luz exterior hace que los árboles empiecen a perfilarse. Hago el lento cambio a Poniente y lo subo al 30%.
09:10 Día. Subo la luz de público al 20% y sustituyo los contras ambar por un azul muy suave. Los reflejos de la maquinaria dorada son ahora más intensos. Subo la mesa y también los libros.
10:35 Día. Como la luz exterior empieza a coger protagonismo en el nuevo cambio a Poniente llevo los focos hasta el 40%. Todos los cambios son muy lentos. Apenas perceptibles para el ojo humano.
11:00 Día. Quito los azules de contra y subo Poniente al 50%.
12:10 Día. Veo que las lámparas están aguantando bien. Decido mantener Poniente y subir Levante. La luz sobre el piano sigue siendo cálida, pero hay más intensidad para nivelar con el exterior.
12:50 Día. Empiezo a subir lentamente los porcentajes de Levante y Poniente, vamos acercándonos al blanco y dejando atrás la intimidad. Quito la luz de público. Entre la luz exterior que se filtra y el rebote del piano hay un halo suficiente para moverse sin problemas por la sala.
14:10 Día. He llegado al tope de luz blanca.
14:50 Día. Me preparo para el final. Escucho las últimas notas con los ojos cerrados y bajo lentamente el master de la mesa. Cuando llegamos al 30% doy un golpe final hasta la oscuridad. Cuando escucho los primeros aplausos vuelvo a subir la luz para el saludo. Al poco incorporo también la luz de público.
Antoine Forgeron
T’envolta la llum delicada…l’ambient de quietud i respecte. El temps flueix d’una altra manera i es dilueix…
Tropell de sensacions passen pel cap, pel cos…
De veres que Satie pensava que li faríem cas? Portar a terme les 840 repeticions?
S’està burlant del nostre misticisme i mitificació de la seua boutade?
El teu esperit es rebel·la contra ell i la seua música i la deformes i transformes fins a voler no reconèixer-la…però de nou torna el temut i inexorable «Doo»…
Renata Casero
Hola a todos.
La noche del domingo he dormido como una piedra jaja. Me he despertado con energía y con ganas de hacer las cosas del día. La cabeza más tranquila, ligera. Creo que ha tenido efectos positivos sobre cómo interactuar con el presente. Y cómo cambiar de ritmo, da la oportunidad de reflexionar y respirar.
Me hace pensar que esas 20h de performance, haberlo visto y experimentado, me hace entender un poco más sobre la pieza de Satie. Sabemos que es muy difícil salir de una ruptura con alguien y que solo el tiempo hace cambiar nuestros sentimientos y nuestra manera de ver las cosas. Eso lo relaciono con lo que hemos vivido.
También me acuerdo de las primeras sensaciones del sitio donde la performance ha tenido lugar. Y, durante todas las 20h, cómo ha cambiado mi visión sobre este lugar. Sobre la gente.
Rubén, ha sido increíble que hayas tocado 8h de una partitura que dura más o menos 1min30. Me imagino que tendrás muchas cosas que decir y pensar sobre esto.
Ha sido un placer enorme vivir esto con vosotros y, con todo el respeto del mundo, os digo ¡hasta pronto!
Ps: Antoine, mañana podrás comer el tomate 😉
¡Abrazo fuerte!
Pierre Peres
CAN 60 se desarrolla en varias capas o líneas de tiempo. Primero de todo y en el rol de un metrónomo aparece la repetición de la partitura. 840 veces se repite una página de notas que de media duran 1 minuto y 28 segundos. Estas repeticiones marcan la meta final y la distancia temporal del último aplauso a los pianistas. Ellos aplican y representan otra forma de medir y relacionarse con el tiempo. Cada uno toca 4 horas en total en turnos de 2 horas. Así que los espectadores pueden ver el cambio de pianistas cada 2 horas desde que empieza el espectáculo y así se pueden orientar sobre el paso del tiempo.
Por otro lado, cada espectador recibe por su trabajo como tal dentro de la sala una compensación de 5 céntimos por cada minuto, hecho que ofrece la oportunidad de calcular el propio tiempo que dedica cada persona del público en euros. Esta relación es parecida a una relación laboral o a un trabajo de oficina con la diferencia de que aquí cada uno decide el tiempo que dedicará a este trabajo. Cada 40 minutos se ofrece en una pantalla la previsión del dinero que se está gastando a tiempo real para evitar que se agote el presupuesto para remunerar a los espectadores y para que ellos sepan si el dinero se ha acabado o si pueden seguir cobrando.
Además en la sala nos encontrábamos con sillas, cojines, libros, las puertas y las ventanas abiertas. El público dentro del teatro se podía mover libremente, entrar y salir, sentarse o acostarse, leer un libro, ir al baño, hacer una pausa para comer o para fumar un cigarrillo. El tiempo de lo cotidiano marcaría sus propias necesidades en las cuales uno debería responder durante estas 20 horas que empezaban de noche, pasaban por apreciar el amanecer desde las ventanas laterales del teatro hasta el mediodía del día siguiente.
En estas líneas de tiempo cada espectador fue libre para decidir qué hacer, la forma de implicación y su relación con la pieza y los demás. Uno podía descubrir todas estas capas de tiempo en muy poco tiempo con la ayuda de las indicaciones, de la información, además del mantra de la repetición de la pieza musical de Satie interpretada por los pianistas. Como en una instalación de vídeo en loop, el espectador ya sabe muy rápido de qué va lo que está viendo y puede decidir el nivel de su implicación o la forma de relacionarse con la obra de arte según sus criterios, su bagaje emocional y de conocimiento.
Finalmente por el teatro pasaron 91 espectadores. De ellos solo 3 permanecieron las 20 horas que duró el espectáculo, con sus pausas para ir al baño o para comer y beber agua. La mayoría estuvo una media de hora y media que en el fondo sería lo que duraría un espectáculo convencional, con la diferencia de que podían entrar y salir, elegir la hora a la que asistirían o si querían implicarse más o menos con la propuesta.
19:00 – 21:00
Empieza Rubén esperando en la silla negra al lado del piano.
Entran 13.
Vexations 01/840
Entran 3 más, en total el 50% son mujeres.
Concentración, escucha incómoda, libros, búsqueda de sitio para sentarse.
El espacio se puebla fácilmente.
Vexations 10/840
La gente sentada de espalda al proyector descubre el contador.
Una mujer está sentada en absoluta inmovilidad desde el principio.
Otra mujer tose y sale a por agua, a la vuelta pide el libro ¿Y Si Fuéramos Espectadores?
Entran 7 jóvenes.
Leen los libros.
Un hombre, el primero en entrar, está muy concentrado.
Otro hombre, el segundo en entrar, mira la pantalla de su móvil.
La gente empieza a hablar entre ellos.
El hombre que entró segundo abandona después de 40 minutos y cobra 2 euros.
Entran 2 más.
Sale el hombre que entró primero.
Los dos que salieron no quieren cobrar, prefieren donar su sueldo y se les invita a hacerlo pero fuera del teatro.
5 personas se tumban en el suelo preparando el sitio para dormir.
Óscar y Carlota salen para ir a comer.
Faltan muchos libros.
Gasto en sueldos hasta el momento: 86,75€.
Salen unas chicas jóvenes para comer y vuelven en 10 minutos.
Una pareja sale y cobra 5 euros cada uno.
¿Lo de pagar a espectadores porque lo hacéis? ¿Sería sostenible como sistema?
Salen otros 3 jóvenes para comer.
21:00 – 23:00
Primer relevo y entra Renata.
Vexations 76/840.
Vuelven los jóvenes.
Rubén se sienta con el público.
Una mujer está de pie dentro de la sala.
Hasta el momento en total entraron 41 personas.
32 espectadores en nómina.
Rubén dice: es muy interesante tocar 2 horas, piensas que puedes variar pero con el tiempo te das cuenta de que en realidad no haces nada.
La mujer sigue caminando aún por la sala.
Una pareja sentada frente a la cola del piano hablan mirándose a los ojos desde el inicio.
La mujer sigue meditando.
Ya no se lee más.
Los jóvenes están en el suelo entre las sillas, los demás están sentados.
Vexations 100/840
22 espectadores en nómina.
Gasto en sueldos hasta el momento: 206€.
Vexations 116/840
La mujer sigue meditando.
Ya no quedan cojines en medio de la sala.
La pareja que hablaba entre sí desde el principio se va.
Pierre nos trae comida.
La mujer que meditaba ahora se pone sus zapatos y bosteza.
Al entrar una mujer se le pregunta si ha sido la primera vez que entra, ella responde que salió para fumar, es la mujer que estaba meditando inmóvil hasta hace poco.
Pregunta si para cobrar se descuenta el tiempo de fumar.
Vuelve a meditar.
Gasto en sueldos hasta el momento: 256€.
Carlota se acerca al piano.
Otra pareja elige tumbarse en el sitio donde estaba sentada la pareja que no dejó de hablar durante todo el tiempo que estuvo, ellos se tumban y conversan también.
Más gente se acerca para mirar el piano.
La mujer sigue meditando.
23:00 – 01:00
Cambio en el piano, entra Vanesa.
3 espectadores de pie están saludando a Renata.
La mujer sigue meditando.
La pareja sigue tumbada en el suelo.
Otra mujer mira el piano de cerca.
Gasto en sueldos hasta el momento: 300€.
27 espectadores en nómina.
Vexations 199/840
19 espectadores en nómina, 10 de estos espectadores están acostados.
Salen 4 mujeres.
Entran 2 chicos jóvenes, medio riendo, van a dormir, parece que les avisaron los demás.
Una mujer está fotografiando las páginas del libro Derecho a la Pereza.
La mujer que medita se acuesta para dormir.
Renata se acuesta para dormir.
La pareja sigue acostada.
Vexations 216/840
Hasta el momento en total entraron 62 personas.
La mujer sigue haciendo fotos del libro y en un rato se sienta en las butacas del pasillo lateral.
3 de los chicos jóvenes salen por 10 minutos.
Gasto en sueldos hasta el momento: 372€.
La pareja que estaba en el suelo conversando se prepara para ir, se acercan al piano, hacen una foto de 360º, miran los libros y se van.
Entran 2 mujeres y se sientan donde la pareja estaba tumbada.
16 espectadores en nómina.
Todo el público se mueve muy lento para no hacer ruido.
Las 2 mujeres que se sentaron donde la pareja deciden acostarse en el mismo sitio pero con la cabeza hacia el otro lado y están leyendo.
6 jóvenes salen.
La mujer sentada en la butaca del lateral vuelve a bajar para fotografiar otro libro.
00:55 – 03:00
Renata hace el relevo.
Vexations 256/840
Vuelven 2 chicas jóvenes del grupo que salió hace media hora.
La mujer que fotografía los libros está bailando leyendo, hace fotos de otro libro.
15 espectadores en nómina.
Una chica entra con una esterilla y sale para lavar sus dientes. Tarda en volver.
Vuelvo después de comer un bocadillo de jamón y queso.
Luz azul sobre el piano y oscuro en público.
La pareja tumbada se va porque mañana trabaja, piden más información sobre el libro ¿Y Si Fuéramos Espectadores?
Luz para dormir.
Vanesa busca un lugar para dormir.
¿Que buscamos en la repetición?
Renata bebe agua desde un vaso colocado en el suelo mientras con la otra mano toca el piano.
4 de los jóvenes abandonan el teatro.
La mujer vuelve a hacer fotografías a los libros.
Gasto en sueldos hasta el momento: 450€.
Vexations 331/840
En el piano Renata parece que lucha para seguir tocando lento.
Se ha registrado el primer ronquido en la sala.
Todos los libros han vuelto a su sitio en otro orden.
La mujer vuelve a sentarse en las butacas del pasillo lateral con los pies en la barandilla.
Antoine vuelve a fumar.
¿Qué dirán estos jóvenes cuando les pregunten cómo ganaron estos 20€?
1 de los jóvenes que acaban de irse comentó que le dolía la cabeza.
La mujer que hacía fotos a los libros se va también haciendo un video.
“Gracias por tu trabajo”. “Ha sido un placer trabajar aquí”.
Esta mujer ganó 9€ por 180 minutos de trabajo como espectadora.
03:00 – 05:00
En este cambio las pianistas hablan mucho entre ellas y casi se les olvida pulsar el botón que cuenta las repeticiones.
Vanesa ha traído consigo una lata de coca cola.
Renata parece muy cansada y busca un cigarro.
Vexations 365/840
¿Cómo sería si disfrutáramos trabajando? ¿O si nos pagaran por los momentos en que estamos disfrutando?
Decido tumbarme detrás de la pianista.
Alguien más está roncando, se oyen más los ronquidos aquí abajo.
Transcurren la mitad de las repeticiones.
En este momento hemos gastado la mitad del presupuesto para los espectadores.
Rubén disfruta del éxito de los cálculos.
Vanesa se estira, toca de pie.
Vanesa se quita su abrigo.
Vanesa nos pide un café, se sienta.
Vanesa se vuelve a levantar, se mueve, estira.
Se sienta, bebe agua, bebe un poco de café.
En los últimos momentos toca con una mano en la cabeza.
7 espectadores en nómina, todos durmiendo.
05:00 – 07:00
Ruben entra, arregla su kilt y toca con la mano izquierda mientras habla con Vanesa y ella recoge sus cosas para irse.
Vanesa y Renata duermen.
Todo el mundo sigue durmiendo.
Vexations 444/840
Nadie vino al teatro después de una fiesta.
A las 05:16 he notado un movimiento detrás de la pantalla de la proyección, luz y sombras, pero no se han oído pasos y tampoco salió nadie.
Vuelve a roncar alguien del público.
Pierre va a dormir, hace un primer intento debajo de la cola del piano.
Vexations 465/840
2 pianistas, 7 personas del público y Pierre durmiendo en la sala.
Javi se despierta por el frío, se tapa, se pone calcetines, al final se va al baño.
Pierre está tumbado con la cabeza debajo de la cola del piano, boca arriba, con los brazos abiertos literalmente y las palmas de la mano mirando hacia el suelo.
Por la noche estamos gastando 14€/40 minutos para el sueldo de los espectadores.
Las invitaciones están casi agotadas pero hasta el momento solo aparecieron 66 espectadores, de los cuales 59 se han ido.
Hasta el momento el espectador mejor pagado cobró 21€.
Se oyen las puertas al abrir y cerrar.
Javi no ha podido relajarse para dormir, se coloca debajo del piano, parece que se rinde, va hacia una esquina, recoge muchos cojines y prueba a acostarse con tapones.
Pierre está casi con todo el cuerpo debajo del piano en posición de bebé, muy cerca de la pata de la cola.
Vexations 483/840
Vexations 486/840
Vanesa se va a dormir a su casa.
Pierre se sienta con las piernas estiradas, se gira y mira el piano, se levanta, da una vuelta y vuelve a la mesa.
Vexations 518/840
Llega Maria, se sienta en una silla mirando hacia el piano.
Debajo del piano se siente cada tecla y luego te la llevas contigo.
Renata se levanta y habla con Maria.
Vexations 526/840
La mujer que medita se despierta.
Maria se prepara para el cambio.
Aún no entra la luz del día.
07:00 – 09:00
Pierre se prepara para grabar el cambio.
Vexations 533/840
Gasto en sueldos hasta el momento: 550€.
7 espectadores en nómina, 6 durmiendo y 1 fumando.
¿Maria toca más lento quizás?
Vexations 539/840
La primera luz del día entra por la ventana que está cerca de la puerta y se refleja en el suelo.
La mujer que medita recupera su posición y sigue meditando.
Uno de los jóvenes busca el baño.
Ya quedan 4 durmiendo.
Empieza a clarear en el exterior y se puede ver el patio.
Las ventanas empiezan a ganar protagonismo.
Vexations 555/840
Creo que Maria toca lento.
7 espectadores en nómina, 4 durmiendo.
Vexations 560/840
Renata y Rubén están sentados en el público.
Luz amarilla sobre el piano.
La mujer vuelve a meditar, lleva una bufanda cruzada por delante y una manta decorada con motivos en los pies.
Iñaki busca un sitio para acostarse.
Vexations 565/840
La luz entra en el pasillo desde las ventanas con más fuerza, junto al sonido de un pájaro.
Se ve el pájaro en el suelo del patio caminando y picoteando.
Bajan al suelo otros 2 pájaros más pequeños.
Maria sigue tocando lento.
Vexations 571/840
Acaba de sonar un despertador.
Tardan en apagar el despertador.
La luz que entra por la ventana es azul, aún no entra la luz del sol directa.
Se oyen pasos, las puertas y, si no, se oye toser o ronquidos.
Vexations 583/840
Gasto en sueldos hasta el momento: 577€.
La mujer que medita y el hijo de Renata abandonan la sala y cobran 40€ cada uno.
Tatiana se va también y se alegra por ver al grupo de jóvenes quedarse más tiempo que ella.
Desde la ventana se ve a Antoine fumando en el patio.
Vexations 592/840
Los primeros rayos de sol chocan contra la pared de la nave de enfrente.
Vuelve el sonido de un ronquido.
María pulsa las teclas con más fuerza.
1 de las chicas jóvenes se despierta y se apoya en la pared.
Las sillas están vacías y los cojines desaparecidos.
La sombra artificial de nuestra mesa va desapareciendo por la luz que entra por la ventana.
El piano se ilumina con un gran círculo de luz que llega casi a las sillas que están colocadas alrededor de su cola.
Vexations 598/840
Se van despertando más espectadores.
5 espectadores en nómina, 2 durmiendo.
Vexations 600/840
Sale 1 para fumar e ir al baño.
Vexations 608/840
6 espectadores en nómina, 2 están trabajando desde el inicio.
Rubén está listo para el cambio, se levanta pero vuelve a sentarse, se echa las manos a la cabeza, espera un poco, ahora sí coge el relevo.
09:00 – 11:00
Entra 1 nuevo espectador.
8 espectadores en nómina.
Vexations 622/840
El sol ya entra directo en la sala.
El nuevo espectador prefiere sentarse en un cojín.
Rubén parece ir un poco más rápido que Maria.
Vexations 629/840
4 jóvenes despiertos hacen un poco de ruido recogiendo sus cosas, 3 de ellos salen avisando que van a volver.
Tardan 20 minutos y vuelven igual de contentos.
La espectadora con el número 65 nos dio unas galletas que hizo ella y salió para desayunar.
1 chica joven quiere entrar, es amiga del grupo de los jóvenes que están en sala.
Vexations 645/840
10 espectadores en nómina, 2 de estos están desayunando fuera.
1 mujer que nunca había venido a la sala empieza a fotografiar los libros y a continuación se sienta para oír y ver el piano.
Javi y su amigo salen para desayunar.
Vexations 666/840
Maria entra junto a 2 mujeres y ella se sienta delante de Rubén en la punta de la cola para esperar su turno.
12 espectadores en nómina, 4 de estos están desayunando fuera.
Las 2 mujeres se van.
10 espectadores en nómina.
Rubén toca lento, finalmente.
Vexations 676/840
Entra 1 pareja y se sienta en medio de la sala dando la espalda al escenario.
La mujer que hace fotografías a los libros ahora lee uno.
La mujer que acaba de entrar se va hacia los libros y se sienta en el escenario para leer ya que allí hay más luz, lee el libro rojo de John Cage.
4 espectadores siguen desayunando fuera.
El hombre de la pareja que entró va caminando por la sala, se fija en los jóvenes, cambia de silla y luego se fija en el piano.
María se prepara para el cambio.
El hombre se quita el gorro.
11:00 – 13:00
Cambio muy suave y Rubén sale muy cansado.
Vexations 685/840
Nos dicen que uno de los jóvenes preguntó si esto se hace cada fin de semana.
Rosana se tumba en el lugar donde se colocan las parejas.
Rubén corrige un salto del contador y se retira de la sala.
3 de los jóvenes vuelven a salir, se crean rumores de que salen para fumar, en realidad Rosana los vio comiendo papas.
Entra Lluc con su hijo Joar y otro niño más que no va con ellos.
El contador empieza a fallar.
El hombre que está en la silla colabora para ayudar a corregir el número.
14 espectadores en nómina.
Vexations 700/840
El hombre que ayuda con el contador está de pie.
16 espectadores en nómina.
Entra Jose Juan.
Los espectadores están repartidos por la sala.
Lluc y Joar están hablando muy bajito.
María sí que toca lento.
Vexations 712/840
Gasto en sueldos hasta el momento: 700€.
Lluc está negociando con Joar para quedarse un poco más, le ofrece comida a cambio.
El número 13 sale para hacer una pausa con su amiga y vuelven enseguida, comen y beben en la sala pero con mucho cuidado.
Se dice que los jóvenes vinieron de un pueblo cercano de Valencia y preguntan si normalmente se organizan cosas similares.
Vexations 726/840
15 espectadores en nómina.
Todos los espectadores dentro de la sala.
Joar pregunta qué tiene que hacer para trabajar.
Aún no quiere empezar pero lo pregunta para luego.
Le cuento que había una persona que se acostó debajo del piano para poder escuchar mejor la música.
Lluc y Joar se tumban debajo de la cola del piano para poder oír mejor las notas.
Vexations 738/840
Me hubiera gustado trabajar más.
Vexations 746/840
17 espectadores en nómina.
Todos los libros repartidos por la sala, los espectadores están leyendo.
Vexations 753/840
Entra Miquel Ausina.
Hay un silencio muy fuerte en la sala.
16 espectadores en nómina.
Vexations 767/840
El silencio sigue.
Vuelven a entrar Óscar y Carlota.
1 mujer está de pie caminando y mirando hacia todos lados. Da vueltas, mira el piano, la pantalla, a los demás, a nosotros, acelera un poco y pasa detrás de Rubén, coge su móvil y empieza a grabar.
Vexations 784/840
Ahora esta mujer hace fotos a los libros.
El silencio sigue.
Gasto en sueldos hasta el momento: 790€.
13 espectadores en nómina.
Vexations 797/840
Entra un hombre alto con actitud y estilo muy parecido al joven con el número 12. Se tumba boca arriba con las manos detrás de la cabeza y sus piernas rectas.
13 espectadores en nómina, 5 sentados y 9 tumbados.
No anoté el último cambio.
Vexations 805/840
El hombre alto se pasa a una silla, se sienta muy recto y graba un vídeo. Ahora se tumba con la cabeza debajo del piano y abraza un cojín.
Óscar se está fijando en la gente que está en la sala desde el pasillo derecho.
12 espectadores en nómina.
El hombre alto se queda inmóvil debajo del piano y Óscar sigue observando a la gente.
El hombre alto cambia, se sienta en el suelo frente al piano, mirando hacia el suelo, recto y otra vez hacia el suelo, parece que se fija en la melodía.
Óscar sigue observando y estirando sus piernas y los brazos.
Vexations 815/840
¿Cuando se pierde el interés hacia los movimientos que llaman la atención, que son distintos de los demás?
El hombre alto conoce y saluda a la mujer que andaba libremente por el espacio todo este tiempo y ahora está tumbada boca abajo en el suelo detrás del pianista.
Vexations 821/840
13 espectadores en nómina.
La previsión del gasto total para las nóminas de los espectadores queda en 850€.
El hombre alto lee el libro rojo de John Cage y parece que está buscando información con su móvil.
Rubén toca alto y abierto, todo está resonando.
Hay otra gente que toma notas, lo hace también la mujer que andaba libremente.
2 de los jóvenes con los números 12 y 13 miran fijamente al pianista, sentados en el suelo con la espalda apoyada en la pared y con una manta en los pies.
Maria duerme.
El hombre alto lee.
Los jóvenes hablan bajo.
Otras 3-4 personas leen.
Los demás miran fijamente.
Entran más técnicos de la sala.
Vexations 837/840
Entra Yolanda (taquilla).
Desde las 19:00 y hasta las 15:00 entraron 91 personas en total, de las cuales 3 estuvieron las 20 horas sin interrupción.
El 50% del público trabajó entre 40 y 120 minutos, una franja horaria parecida a una obra escénica, mientras un 39% eligió quedarse en la sala por un tiempo superior a 2 horas y solamente un 11% abandonó el teatro cobrando menos de 2€.
Por último un 21% de los espectadores remunerados eligieron partir su tiempo en 2 o 3 turnos durante las 20 horas que duró la obra.
Vexations 839/840
14 espectadores en nómina.
Entran las acomodadoras.
Todo el personal del teatro ha estado pendiente de la obra durante las 20 horas y ahora están en la sala.
Silencio.
Solo se oye el piano.
Lento.
Ya voy a dejar de anotar.
Aris Spentsas
Publicado en Teatron