La temporada de artes vivas de los Teatros del Canal dio comienzo el último fin de semana de octubre con el estreno de Paisaje dentro de paisaje: 3. Acto de fe de La Señorita Blanco, cuya directora, Olga Blanco, es también la nueva directora artística de la línea curatorial de artes vivas de ese centro público madrileño, cargo que también lleva consigo el apoyo del centro para continuar con su investigación artística, de la que forma parte esta pieza que acaba de estrenar. La programación de artes vivas de esta temporada traerá piezas de Romeo Castellucci, Isabel do Diego, Nazario Díaz, Lara Brown y Jonás de Murias, Aurora Bauzà y Pere Jou, Mariona Naudín, Julián Pacomio, Claudia Castellucci, Dana Michel, Ángela Millano, Javier Martín, Sorour Darabi, Théo Mercier y Steven Michel.
Paisaje dentro de paisaje es una trilogía que comenzó con Sacrificio, siguió con Lo animal y se cierra ahora con Acto de fe. Asistí a una de las funciones de Acto de fe sin conocer las otras piezas de la trilogía. Sí que leí el breve texto que anunciaba la obra, un texto que no daba demasiados detalles y que diría que no condicionó demasiado mi mirada. Luego sí que he leído, en una entrevista publicada en la revista Godot, que la trilogía explora la relación entre el paisaje natural y el cuerpo humano. Y muchos otros detalles más que ahora sí condicionan mi mirada retrospectivamente. Eso me recuerda a ese tipo de obras de arte que cambian completamente de significado cuando lees el texto que las acompaña. Sólo que en este caso el texto lo he leído en una entrevista publicada en una revista, no acompañando a la propia obra. Si no hubiese leído ese texto, ¿cuál sería mi visión sobre esta obra? Es decir, ¿qué sensación tuve, qué pensé, cuando salí de la Sala verde de los Teatros del Canal después de presenciar Acto de fe?
Es difícil responder a esta pregunta sin engañarme a mí mismo, ahora que he leído más sobre la pieza. Lo que puedo asegurar, casi sin temor a equivocarme, es que no hice demasiados análisis simbólicos sobre lo que acababa de presenciar y que me sorprendieron los que escuché. Me dio que pensar. Y pensé en el análisis psicológico literario, algo que siempre me ha resultado ajeno pero que ha sido una corriente importante en el pasado y no sé si aún lo es en el presente. Si una artista quiere decirme algo concreto más vale que me lo diga con todas las letras porque, si no, a gente como yo quizá no le llegue el mensaje. Pero a mí no me importa descubrir el significado oculto de una pieza si a quien la ha creado no le ha parecido necesario transmitir un mensaje explícitamente. ¿Voy al encuentro del arte para recibir mensajes o para vivir una experiencia estética? Responder como es debido a esta pregunta me parece que necesitaría más espacio y energía de la que puedo permitirme ahora mismo. ¿Pero todas las artistas quieren decir algo concreto con sus creaciones artísticas? Parece que en el mundo de la burocracia artística se da por sentado que sí. Pongo ese burdo ejemplo porque muchas veces, para llevar a buen puerto una producción artística, es necesario convencer a alguien (una comisaria o un jurado) a través de un escrito en el que parece que quien lo presenta deba saber de antemano lo que quiere decir con la obra que aún no ha creado (aunque afortunadamente no siempre es así, seamos justos). A mí esto me resulta muy extraño, no sé por qué. Quizás sea porque me eduqué en una disciplina artística que suele destacarse por su alto grado de abstracción: la música. Aunque la música popular de nuestro tiempo suele ir acompañada de letra (por eso a veces pienso que a la gente que dice que le gusta cierto tipo de música en realidad está más interesada en la poesía que en la música) sigue existiendo música que no se acompaña de letra, como el tecno, sin ir más lejos. ¿Hay mensajes encriptados en la música tecno (o en otros tipos de música que no se acompañan de texto)? Puede ser. También hay quien habla de pensamiento musical en obras puramente instrumentales, aunque diría que se refieren a otra cosa (a que la música puede contener ideas exclusivamente musicales). ¿Pero quien escucha ese tipo de música está buscándole constantemente un significado? No lo creo. ¿Por qué se supone que en un espacio escénico deberíamos buscarlos? ¿Se supone eso, de verdad? Seamos justos también aquí: no existe ninguna ley que lo exija.
En Acto de fe no hay texto. Sí que hay música, una música contemplativa y repetitiva, compuesta por Enric Montefusco (líder del grupo musical Standstill), pero no se acompaña de ningún tipo de letra, es puramente instrumental. La música proviene en su mayoría de un artefacto enorme compuesto por tubos metálicos de los que parece provenir el sonido cuando son golpeados automáticamente por una especie de martillos. Ese artefacto, oculto al principio por una lona gigante, va desplegándose poco a poco durante la pieza. Parece una especie de tótem (digo que no hago análisis simbólicos y en cambio ahí va el primero). También escuchamos otros sonidos, sobre todo al principio de la pieza, acompañando unas imágenes que se crean en el escenario producto de efectos lumínicos y de maquinaria escénica, sin la presencia de cuerpos humanos. Unos sonidos que parecen provenir de la naturaleza, o quizás emularla porque parecen sintéticos, de la misma manera que me dio la impresión de que esas imágenes creadas a base de efectos emulaban a la naturaleza, quizá en un atardecer tormentoso (otra vez buscando explicaciones). La música, lo sonoro, tiene un papel principal en esta pieza. Casi me pareció que la pieza podía verse como un concierto, un concierto de música acusmática (ese tipo de música que está pensada para ser escuchada por altavoces y no interpretada en vivo). Dos presencias humanas que se mueven al unísono (Ángela Millano y María Pizarro) hacen su aparición más adelante. Se mueven imperceptiblemente por el horizonte mientras ejecutan una mínima coreografía con sus manos, en lo que podría parecer un mensaje encriptado (sigamos buscándole explicaciones, qué manía).
Acto de fe es una pieza contemplativa, eso me parece evidente. La Señorita Blanco sabrá de qué habla en ella, si es que esa expresión le parece apropiada para referirse a un trabajo en el que no hay ningún vestigio de texto hablado ni escrito. Yo no necesito ningún tipo de explicaciones. Como cuando miro una montaña.
Publicado en Teatron