La semana pasada, Júlia Barbany Arimany, a la que conocemos por formar parte de Las Huecas, puso en órbita en el Antic Teatre, durante cuatro días, la última versión de su Official Presentation of the Gadgets for our Salvation. Digo que es su última versión porque, ya hace meses, presentó una primera versión, más breve, en uno de los In-formales que la Poderosa organiza cada cierto tiempo, igual que también mostró otra versión en Helsinki, donde vivió una temporada recientemente. Pero lo de la semana pasada era la puesta de largo de este trabajo, que debería haberse presentado un mes antes si no hubiese sido por las restricciones impuestas por el virus, que obligaron a cerrar el Antic Teatre y el resto de teatros catalanes. Todo esto, en realidad, le venía muy bien a esta pieza porque ahora mismo respiramos un ambiente apocalíptico muy en la línea de la temática que trata: llevan asustándonos con el fin del mundo desde tiempos inmemoriales. En concreto, Júlia Barbany Arimany dice en escena que lleva desde los años noventa fascinada por todas esas narrativas del fin del mundo (películas, cómics, series, videoclips) hasta el punto de que ha acabado por encontrarle su parte positiva: así no tendrá que llorar la muerte de su madre sino que la vivirán (o morirán) juntas, por ejemplo. Desde el escenario, Júlia nos cuenta en primera persona el origen de su proyecto y en qué ha decidido convertirlo, parapetada detrás de un atril de conferenciante, ante una pantalla gigante donde irá proyectando diversos materiales audiovisuales en los que se apoya para ilustrar su periplo, desde su más tierna infancia hasta el desarrollo reciente de esos artilugios para nuestra salvación que nos presenta ahora, pasando por el decisivo intercambio de correos electrónicos con la NASA, un punto de inflexión que, ante lo que aparentemente es una negativa, lejos de hacerla abandonar, se convierte en el revulsivo necesario para el éxito de su misión, como en toda producción de cine de catástrofes de Hollywood que se precie. Sola en escena, imbuida de su personaje (que sus dotes de actriz consiguen que confundamos con su persona), entre cándida y un poco psicópata, pero siempre con mucha energía, optimista hasta el final (donde, recordemos, le espera el fin del mundo), hablando siempre en catalán y proyectando texto siempre en inglés (local y global al mismo tiempo, para no dejar a nadie atrás), nos lleva de la mano durante lo que podría ser una especie de conferencia TED hasta mostrarnos el camino de su extremadamente lógico razonamiento: solo nos podrá salvar el patriotismo cósmico. Y nos recuerda que de eso, patriotismo y símbolos, en Catalunya sabemos un rato. Por eso, lo más importante para sobreponerse al fin del mundo es dotarnos de los símbolos patrióticos adecuados: las banderas de los planetas, la coreografía para un baile patriótico (al fin del mundo hay que recibirlo bailando, según nos enseñó Britney Spears) y la apoteosis final de un himno del universo conocido que el público tendrá la oportunidad de acabar cantando a coro. El humor de Júlia Barbany Arimany es muy serio, es decir, te partes de risa con ella sospechando que se está quedando contigo mientras una parte de tu cerebro, allá al fondo, piensa que, en realidad, pensándolo bien, nada de lo que cuenta en escena es ninguna tontería.