Por la primera semana del festival Sâlmon< han pasado ya tantos artistas que, si estuviese publicando en un medio convencional, solo con nombrarlos se me acabaría la mitad del espacio para un artículo. Pero como estamos en Teatron no tengo ese problema, así que los voy a nombrar. Para quien los conozca pero no esté siguiendo el festival le servirá para hacerse una idea de lo que se está cociendo. Para quien no los conozca pero se esté comenzando a interesar por el Sâlmon< le servirá de guía para descubrir una serie de gente variopinta pero unida por cierto circuito de las artes en vivo peninsulares e incluso latinoamericanas. Ahí va: Amalia Fernández, Iñaki Álvarez, Nyamnyam, Piña y Pedra, Vértebro, Sonia Gómez, Za!, María Jerez, Bárbara Bañuelos, Big Bouncers, Quim Bigas, Carme Torrent, Bárbara Sánchez, Jaime Conde Salazar, Javiera Peón-Veiga, Ana Borralho, Joao Galante, Javier Vaquero, Streetjizz, Agost Produccions, Cristina Celada y Tomás Castro. Y seguro que me dejo a alguien, que me perdone, por favor. El Sâlmon< es un festival organizado por El Graner y el Mercat de les flors pero que se desarrolla también en otros espacios. Esta semana esos espacios han sido el Antic Teatre, la Fundació Miró, la Fabra i Coats, Ràdio Contrabanda o el IES Montjuïc. Mucha gente y muchas energías comprimidas en dos semanas y media, del 8 al 25 de febrero. A pesar de que estoy siguiendo el festival intensamente me resulta imposible abarcarlo todo y, por salud física y mental, tampoco se lo recomendaría a nadie. Pero, de las cosas que he visto esta primera semana, voy a comentar cuatro.
El domingo, Amalia Fernández presentó por primera vez en Barcelona El resistente y delicado hilo musical, con Anto Rodríguez, Catherine Sardella, Pablo Herranz, Óscar Bueno y la propia Amalia Fernández en escena. Fue en la Sala MAC del Mercat de les Flors, con capacidad para algo más de 400 localidades. La sala se llenó y creo que recojo el sentir general si digo que fue un éxito rotundo, a juzgar por los interminables aplausos, los comentarios a la salida y la expresión de satisfacción que reflejaba la cara de los propios intérpretes. Es la segunda vez consecutiva que Amalia Fernández participa en el Sâlmon<. El año pasado llenó esa misma sala con En construcción, que creo que fue una de las piezas que mejor recuerdo dejaron en el público que siguió atentamente esa edición. Muchos descubrieron a Amalia Fernández ahí y volvieron este año para verla de nuevo. Yo la vi por primera vez en el desaparecido Festival Mapa de Pontós, hace ya años, y siempre que la veo me llevo una alegría. Porque, además, es alegría lo que transmite su trabajo, cada vez más centrado en lo musical, como en este caso, donde todos los intérpretes cantan, hablan y se mueven siguiendo una coreografía de movimientos cotidianos magníficamente interpretada, medida al milímetro sin que eso sea obstáculo para que esté llena de humor y de vida. Amalia Fernández es una granadina que vive y trabaja en Madrid desde hace casi 30 años. Lleva muchos años en esto y es un gustazo ver cómo se le abren las puertas de la sala grande del Mercat de les Flors y cómo el público acoge sus propuestas con tanto entusiasmo. Este comentario se lo dedico a alguna teatrera que me encontré en mi último viaje a Madrid, hace un par de semanas, y que quería que le diese la razón sobre el mil veces escuchado tópico que dice que en Barcelona no se programa a compañías madrileñas. Le dije que no sabía de qué me hablaba, que me parecía que, en todo caso, se referiría a eso que llaman el mundo del teatro o algo así, escenarios que apenas piso, que me son ajenos y de los que ya ni miro su programación porque es un milagro encontrar algo que me interese. En las programaciones barcelonesas que sigo, ahora y desde donde me alcanza la memoria, no parece que ni el lugar de origen ni el idioma sea, ni haya sido jamás, ningún problema. Afortunadamente, amigas y amigos.