Un amigo me dijo hace tiempo: “la única manera posible de hablar de las cosas es como lo hace Roger Pelàez”. La única no será pero últimamente me inclino a pensar que quizá no haya otra mucho mejor.
El primero que me habló de Roger Pelàez fue Sergi Fäustino. Hace seis años él y Quim Pujol organizaban en Barcelona La estrategia doméstica, un festival en espacios domésticos que se sostenía con el dinero que los propios organizadores aportaban, con la esperanza de recuperar algo a través de lo que el público voluntariamente daba al final de las presentaciones. Sergi Fäustino había invitado a Roger Pelàez a actuar en uno de los espacios del festival, Elclimamola, que por aquel entonces tenía un bajo en Poble Sec. Sergi me llamó por teléfono para decirme que Roger Pelàez buscaba un teclista para su intervención, alguien que pudiese acompañarle en unas canciones. Me contó que Pelàez dibujaba cómics, que publicaba en el TMEO, que era un tipo brillante, que no buscaba un pianista convencional y que pensaba que yo podía entenderme muy bien con él. La intervención de Roger Pelàez se llamaba Roger Pelàez canta Sau (en alusión al famoso grupo de pop catalán). Evidentemente Roger no iba a cantar temas de Sau, en las antípodas de su estética, aunque amenazase con ello: el título ya era, al mismo tiempo, una provocación y una declaración de intenciones. Él iba a cantar temas de cosecha propia y buscaba a alguien que pudiese acompañarle un poco improvisadamente, como me contó el mismo Roger Pelàez por teléfono, hablando como una metralleta. Yo le dije la verdad: que estaría de viaje y que llegaría el día antes de su actuación, que no tendríamos tiempo para ensayar y, como no le conocía, no tenía ni idea de si eso de ensayar era muy o nada necesario. Dejé la decisión en sus manos y al final lo que decidió es hacerlo a pelo, a capella. Vi sus dos actuaciones y, aunque me hubiese encantado acompañarle, creo que fue una decisión muy acertada. Todo lo que hace Roger Pelàez gana cuanto más a pelo lo hace. Ya hace seis años, en esos shows estaban todos los ingredientes del puchero con el que ahora cocina de nuevo cada vez, en el Antic Teatre, cada primer martes del mes, su serie de shows Precinti’m l’esfínter, siempre igual y siempre diferente. Yo no le acompañé al piano aquella vez pero le hice de mayordomo: en La estrategia doméstica algunos voluntarios acompañábamos a los artistas y nos ocupábamos de abrir la puerta, recibir al público, la taquilla y esas cosas. Cuando acabó, Roger me regaló unos cuantos cómics suyos, que leí con gusto. Más adelante descubrí que participaba en un programa de radio, Maximum Clatellot, y me aficioné a sus podcasts. Luego me enteré de los grupos punk en los que ha estado metido: Budellam, El Mal ja està Fet o Zombi Pujol. Acabé escuchándole cantar con alguno de esos grupos, supongo (reinaba la confusión), en un polígono de Badalona, una noche muy divertida en la que se celebraba algo muy triste: la muerte de Uri Caballero, el bajista de los Surfin Sirles. Antes fui a verle al Robadors 23, el bar del Chino, por 2 euros, en un show del mismo estilo de lo que ya le había visto hacer pero siempre nuevo, siempre diferente. Da la impresión de que con las ideas que Roger Pelàez debe tener apuntadas por ahí se podrían hacer varias tetralogías wagnerianas, pelaecianas. No le he llegado a ver nunca con los poetas Martí Sales y Núria Martínez-Vernis pero siempre he querido ir a ver un recital o un lo-que-sea que se llame Anarquia és independència, que es una frase que les he tomado prestada para responder a preguntas incómodas sobre Catalunya en el resto del Estado.