Voy al Mercat de les Flors a ver la inauguración del Sâlmon< preguntándome dos cosas. Una: ¿por qué se escribe con ese «<» final? Dos: ¿no será una cagada haber escogido A posto, de la Compagnie Eda – Ambra Senatore, para inaugurar el festival? Y tres (que se deriva de la anterior): ¿A posto será una cursilada de danza contemporánea trasnochada o mis informadores tendrán razón y no es lo que parece? El vídeo promocional parece a ratos lo primero y a ratos me recuerda a Martine Pisani.
Decido dejar de lado mis prejuicios y comprar la entrada para comprobar por mí mismo de qué estamos hablando. Cuando ya he comprado la entrada me ofrecen dos invitaciones. Las acabo colocando. Me acompañan un performer que ha trabajado con Martine Pisani (y que, por error, cree que va a ver algo de Carme Torrent) y una ilustradora talentosa que no sabe muy bien qué va a ver. Antes de entrar a la sala grande del Mercat les cuento mis temores. El performer se da cuenta de su error y me mira mal (si lo llega a saber no sé si hubiese venido). La ilustradora se ríe. Nos sentamos en primera fila. En un momento dado de la pieza, una de las intérpretes pide la colaboración del público. En concreto, de mi amigo. Mi amigo se presta a ello. Al cabo de un rato le vuelven a pedir lo mismo. Se vuelve a prestar. Pienso que me va a matar. Pero no. El trabajo no es lo que parecía. No va de bailar bonito, aunque es verdad que parece como si tuviesen la necesidad de demostrar que lo saben hacer muy bien. Elucubrando, pienso que seguramente será porque esta pieza se programa en el circuito de la danza (por lo visto ha tenido mucho éxito por ahí fuera) y, ya se sabe, en algunos sitios hay que demostrar que dominas para que los entendidos te perdonen que te cargues los códigos y las convenciones. Pero al final se los cargan. Pero hasta que no se los cargan del todo me parece que el público más próximo vive en tensión infinita (yo mismo). Pero al final me descubro partiéndome de risa, relajado y aplaudiendo a rabiar. Mi amigo no me mata y reconoce que sí que hay algo que recuerda a Pisani. A mí también me recuerda a otros trabajos que juegan con las convenciones escénicas. Me da la impresión de que a parte del público le pasa lo contrario que a mí: creían que esto iba de bailar bien y bonito. Quizá por eso aplaudan con algo de frialdad. No acaba de relajarse la cosa. La sala está llena y me alegra porque la programación del Sâlmon<, este año, pinta mucho mejor que otros años. Este año el público también lo ha entendido así y, por lo que me dicen y lo que he visto yo mismo, la gente ha acudido en masa. Digo yo que eso debe de demostrar que hay ganas de este tipo de programaciones y que, una vez más, eso del riesgo es un mito. Ya saben: programaciones arriesgadas, espectáculos de riesgo, etc… Ese tipo de lenguaje del Antiguo Régimen.