Llegué a Bilbao ayer por la noche. Nada más salir de la estación de tren, de camino hacia el hotel, la primera imagen que llamó mi atención fue esta.
Todo tiene una explicación. El sábado por la noche el Athletic de Bilbao juega la final de la Copa del Rey contra el Barça en el Camp Nou, en Barcelona, de donde vengo. En las pocas horas que llevo en Bilbao me he dado cuenta de que esto se vive aquí de una manera bastante especial. Hace una hora me acabo de cruzar con un autobús que, en el letrero electrónico, alternaba la información sobre a dónde se dirigía con un Aupa Athletic que me ha hecho frotarme los ojos y volver a mirar, por si me habían puesto alguna seta alucinógena en el restaurante japonés que hay enfrente de la Alhondiga. Pudiera ser que quizá mi percepción se hubiese visto alterada por mi paso, unas horas antes, por la Mediateka de la tercera planta del Azkuna Zentroa, el-centro-de-arte-antes-conocido-como-Alhondiga Bilbao, donde he tenido mi primer contacto con el 3,2,1, también llamado Encuentro internacional de nuevas formas escénicas. Esto es lo que he venido a ver a Bilbao, sin tener ni idea que muchos bilbaínos están más pendientes de la performance que se juega el sábado en la ciudad de donde vengo. Y para empezar lo que promete ser una sobredosis de actuaciones y demás, en la Alhondiga, junto a una compañera que me han presentado unos instantes antes, he experimentado lo que en el programa llaman autoteatro para dos con The Quiet Volume, una propuesta de Ant Hampton y Tim Etchells.