En Catalunya los proyectos artísticos que aún sobreviven sin haber sido fagocitados por instituciones públicas las pasan canutas para llevar a cabo sus actividades. A los que se supone que tienen la suerte de que la administración pública catalana les conceda alguna ayuda económica para su actividad no sé si les podemos llamar proyectos independientes. En todo caso, si les llamásemos drogodependientes ahora mismo estarían sufriendo un agudo síndrome de abstinencia, lo que popularmente se conoce como el mono, porque esa misma administración que dice ayudarles no les pasa la dosis de metadona prometida desde hace más de un año, aunque sí que les obliga a pasar estrictos controles de orina para comprobar si están limpios, con un celo inversamente proporcional a la permisividad que se otorga la administración para incumplir su propia ley. Pasa el tiempo y la cosa comienza a convertirse en algo escandaloso. La administración decide tomar cartas en su propio asunto y no se le ocurre nada mejor que lanzar una nueva convocatoria de ayudas en forma de metadona mientras cambia la ley para permitirse no dar la metadona prometida si, por lo que sea, cuando llegue el momento, no lleva suelto y no le va bien atender a los afectados por el síndrome de abstinencia. Mientras, los drogodependientes, que no suelen hacer mucho ruido porque sienten que el resto de la sociedad, arruinada, como ellos, quizá no comprenda por qué debe suministrarle sus dosis (aunque algunos creen que existen algunas buenas razones para ello), desesperados, mientras siguen con su trabajo, se organizan y escriben comunicados del estilo los abajo firmantes, que rulan en las redes sociales a tope sin que, por el momento, ningún medio de prensa se digne a hacerse eco.