Sábado noche. Un helicóptero sobrevuela desde hace horas el centro de Barcelona. El ambiente es muy tenso. Camino por delante de la catedral en dirección a Via Laietana con la intención de cruzarla para dirigirme al Antic Teatre a ver Trópico #9. Tierra Quemada. Como un preludio de lo que voy a ver, huelo a quemado. Al otro lado de Via Laietana veo fuego. Se levanta una columna de humo. Los mossos d’esquadra impiden el paso. Calles cortadas. Mossos nerviosos. Dan mucho miedo porque sabes que en cualquier momento se pueden liar a hostias con cualquiera. Lo hemos visto ya muchas veces. Consigo cruzar después de algunos rodeos. Me meto por las callejuelas cercanas al Antic. Gente corriendo, momentos de pánico en la ratonera laberíntica del Casc Antic. Consigo llegar al Antic Teatre acelerando el paso ante las lecheras de los mossos. Nunca antes el Antic Teatre me pareció un refugio más seguro. La terraza está llena de gente tomándose algo tranquilamente. Inexplicablemente la mayoría de esa gente no entra nunca a ver una función. Hay un muro invisible entre la puerta de la sala y el bar. Me cuesta llegar hasta la taquilla. Las mesas del bar no me lo ponen fácil. Presento el carnet de prensa de Teatron al comprar la entrada y me invitan a una caña. Mientras bebo la caña sentado en una mesita me imagino a los antidisturbios entrando en la terraza del Antic y rompiéndolo todo, rompiéndonos la crisma.