La semana pasada estuve en el BAD Bilbao, uno de los festivales de «teatro y danza contemporánea» que aún resisten en la Península Ibérica. Era mi segunda vez. Hace tres años fui para dar una charla en Citas con la escena, unos encuentros organizados por Isabel de Naverán (este año se despide de su organización) en los que me tocó hablar sobre un proyecto, entonces semidesconocido, llamado Teatron, en un programa doble en el que, a continuación, Quim Pujol presentaba El discurso es mío, aquella fabulosa conferencia en la que, utilizando técnicas de márketing, mezclaba sus proyectos del Crítico con peluca y el Performer en zapatillas. También vi Fuera de la fábrica Beta dirigida por Nilo Gallego, Thank you very much de Vicente Arlandis, Blue de Juan Domínguez y Tiburón tigre, de Quim Pujol, en su habitación de hotel. Han pasado sólo tres años desde entonces pero han pasado tantas cosas y ha cambiado todo tanto que me parece una eternidad.
Yo veía el cartel del festival y me preguntaba: ¿qué hago yo aquí, en un festival de teatro y danza contemporánea? Aunque para ser sincero conmigo mismo seguramente esto ya me lo pregunté la vez anterior. Esto de los festivales nunca ha sido lo mío. Pero en la última década parece que si no montabas un festival eras tonto. La burbuja festivalera me recuerda a otros tipos de burbujas. De momento, para empezar (suave) me pregunto: ¿deberían morir estos festivales de principios de siglo como lo han hecho ya las llamadas salas alternativas? Pero luego me asalta la duda (conservadora y temerosa de Dios): si mueren los festivales y las salas de la Península Ibérica y no nace nada más, ¿dónde vamos a ir a ver a los que hasta hace poco hubiésemos visto ahí? A parte de en Internet, me refiero. En La estrategia doméstica de momento no porque dicen que este año no se celebra. Quizás en La cosa en casa, que también se hace en Bilbao y que parece que van a celebrar segunda edición en primavera. Es un consuelo. Lo digo como público que soy. Pero los que actúen ahí ¿de qué se van a ganar la vida? ¿Crowdfunding para todos? Al menos los festivales que se hacen con dinero público suelen pagar los bolos, aunque te regateen.