Ayer domingo fui uno de los invitados a la comida que organizó de nuevo Sergi Fäustino en el local de La Porta. Es la segunda vez que voy a una de estas comidas «temáticas» del LP’11. La primera fue el domingo pasado, acompañando a Cristina Blanco, con la que colaboro en Ciencia-ficción, recién estrenada en Barcelona la noche antes en el CCCB. Pablo Caruana hizo una crónica sobre esa comida en su Blog sin hueso, para quien le interese. Ese día, aunque no era el tema propuesto por Sergi, la conversación acabó yéndose por los cerros de Úbeda, o sea, se fue hacia Internet y más concretamente hacia TEATRON, un proyecto en el que trabajo desde sus inicios. Aunque no era la intención de nadie, ese tema vampiro acabó acaparando el protagonismo de la comida convirtiéndose en el aperitivo de la comida de ayer, a la que me invitaron para hablar de (cito textualmente) el uso de internet en lo «nuestro» junto a Roger Adam, Sonia Gómez, Txalo Toloza, Aimar Pérez Galí (que llegó al café), El conde de Torrefiel (Pablo y Tanya), Cristina Blanco, Quim Pujol, además de los colaboradores del LP’11 que están en todas las comidas (con algunas variantes): Sergi Fäustino (cocinero), Pablo Caruana (gacetillero), Cecilia Vallejos (¿documentalista?) y Carmelo Salazar (codirector de La Porta). Esta vez no hubo paella ni receta de la madre de Sergi. à‰ramos muchos y comimos spaghettis y ensalada. No había segundo plato, que es el momento en el que se supone que aparece la conversación temática, porque la otra era muy animada, es decir, cada uno habló con sus vecinos de mesa de lo que le dio la real gana sin preocuparse aparentemente por el tema que nos había traído allí. Sinceramente, cada vez dudo más de la utilidad de estos encuentros para hablar, discutir y reflexionar sobre el tema que sea. Me parecen muy forzados. Me siento como si tuviese la obligación de ir, como si fuese a una comida de compromiso, de trabajo, o a un bautizo, lo que me apetece en realidad es irme con mi chica a nuestro rollo, a comernos una paella delante del mar, a hablar de algo que no tenga que ver con «lo nuestro» sino que sea «nuestro» de verdad. Me cansa tanta relación social y tanta presunta reflexión constante, cuando lo que detecto es que algunos de nosotros lo que tenemos es ganas de «vivir», ya nos pasamos el día trabajando en algo que nos apasiona (si tenemos suerte) y estamos cansados de que algunos workalcoholics que nos rodean y que, por otra parte, a menudo son nuestros amigos, a los que queremos, no tengan nunca suficiente y nos arrastren a su terreno, el de no vivir más que para «lo nuestro». Pero esto es un pequeño desarreglo que padezco yo y que sólo viene al caso para deciros que no tenía ningunas ganas de hablar de nada que tuviese relación con el tema propuesto y, sinceramente, creo que no era el único, porque nadie dijo ni mu sobre el tema en cuestión hasta el café. Pero no porque llegase el café sino porque, cuando llegó, Quim Pujol tomó la palabra y nos metió en cintura. Hemos venido aquí a hablar de un tema y no os vais a escapar tan fácilmente. Bueno, lógico. El caso es que Quim sí que tenía ganas de decirnos algo, vamos, que soltó ahí un speech de 10 minutos lleno de sustancia que imagino llevaba estancada en su interior el suficiente tiempo como para que la violencia de su liberación nos causase a todos cierta impresión. Bueno, hablo por mí. Habló de temas bien interesantes que le preocupan como, por ejemplo, el tema de la necesidad, utilidad y conveniencia de la documentación, el registro, el streaming, o la complacencia que detecta en lo que se publica en TEATRON cuando unos hablan de otros, de la exigencia que él defiende que deberíamos aplicarnos todos a la hora de publicar lo que sea, de cómo aprovechar mejor el medio, de cómo discutir sobre lo que sea sin que nadie se ofenda, sin llevarlo a un terreno personal. Espero no traicionar mucho sus palabras pero me da igual si lo hago porque hoy escribo esto porque he pensado en pedirle partido a Quim. Casi no hablé cuando comenzaron a sucederse las reacciones a lo que Quim dijo. La muestra de vídeo de Sobrenatural 4 tenía que comenzar a las 6 de la tarde y justo entonces nuestra conversación comenzaba a animarse. Yo ya he dicho que no tenía ganas de hablar, además creo que precisamente porque formo parte del equipo de TEATRON, prefiero escuchar primero, me parece que es mejor así, para no influir demasiado en el camino que pueda tomar la conversación, para que salga todo, que es algo que me parece más enriquecedor. Pero al final hablé porque si no lo hacía me parecía que estaba escurriendo el bulto. Hablé dos minutos y nos echaron de la sala porque debía comenzar el Sobrenatural. Hoy he pensado que estoy de acuerdo con Quim en una cosa: hay cierta complacencia en lo que publican los usuarios de TEATRON cuando hablan de otra gente. El propio Quim ha padecido lo que sucede cuando se es crítico con alguien (por poco que se sea) y ese alguien se lo lleva a lo personal. Yo soy partidario de que salga todo pero reconozco que prefiero hablar en positivo de lo que me interesa que no de lo que detesto, por decirlo a lo bruto. Pero creo que esto pasa porque no somos capaces aún de discutir sobre las ideas sin ofendernos y convertirlo en una batalla personal. Como yo sé que Quim sí es capaz y como creo que yo también soy capaz, como sé que a Quim le interesa mucho este tema y como a mí me pasa lo mismo, como Quim y yo somos lo suficientemente amigos y tenemos la suficiente confianza como para no temer por un conflicto personal entre nosotros, y como además creo que estamos en desacuerdo o al menos tenemos puntos de vista muy diferentes en este momento sobre algunas cuestiones que Quim puso sobre la mesa en la comida de ayer, por todo eso, quiero pedirle a Quim que publique en TEATRON lo que nos dijo ayer y me propongo contestarle desde aquí, para debatir sobre todo ese caldo de ideas que ayer nos trajo, de una manera constructiva pero sin eludir el conflicto, que lo hay. Espero que te apetezca hacerlo, Quim. Igual sirve para algo.