Esta entrevista a Ferran Adrià sobre el futuro de El Bulli se me ha conectado con la investigación de YProductions sobre las empresas del procomún. Ferran Adrià parece compartir la ética del hacker y habla de su proyecto como un artista que quiere montar un centro de creación e investigación, con sus residencias artísticas y sus performances, con la intención de colaborar con su comunidad (y con otras comunidades de otras disciplinas, como la científica), pero no de competir, y de su compromiso con la sociedad. Por eso cerrará El Bulli una temporada para convertirlo en otra cosa (¿una fundación?) que le permita realizar todos sus proyectos con la intención declarada de no volver a ser nunca más el mejor restaurante del mundo. Una declaración de principios que suena a provocación y escándalo en el mundo competitivo y de capitalismo neoliberal en el que vivimos, pero que a mí me suena sincera porque parece claro que a Ferran Adrià le mueve primero la pasión y, si acaso, luego la pasta. También he pensado en el estudio sobre Twitter realizado por Madrid Network que me envió Mar Pérez la semana pasada, en el que se dice que los perfiles más innovadores, según la propia comunidad de Twitter, «se caracterizan por una actitud de humildad y predisposición a colaborar y participar en la conversación con todo tipo de usuarios». Por eso me parece importante el proyecto que está anunciando El Bulli, porque creo que es sintomático de algo que está pasando en estos momentos a nuestro alrededor, aunque no tenga la repercusión mediática que tiene El Bulli. Me refiero a todas esas empresas del procomún. ¿Será el principio de un cambio? Es difícil provocar estos cambios y, seguro que el sistema acaba absorviendo a la mayoría, de hecho, como decían en la charla de YProductions sobre las empresas del procomún, se trata de una negociación con el sistema desde dentro del propio sistema. Pero ¿podemos conseguir algo apoyando este tipo de actitud? Bueno, vamos a empujar un poco a ver qué pasa.