«(…)Es muy difícil, dice Smith, que los escritores hablen con franqueza sobre su propia obra y más en un mercado literario feroz que no admite debilidades. Es verdad. Nadie está dispuesto a facilitar a sus enemigos -siempre grandes mediocres- la lista de los fracasos que uno conoce a lo largo de la escritura de una novela o de un libro de cuentos, o de lo que sea. Son fracasos tan íntimos que un crítico ni los llega a detectar, al menos en todas sus dimensiones. Y es que suele ocurrir que había pensado el escritor llegar hasta una cima y termina llegando a una cumbre ridícula, pero ese detalle -el fracaso íntimo- no se hace del todo visible si uno no habla de él. ¿Y quién va a ser tan honesto, pero también tan ingenuo, de hablar de ese fracaso sabiendo que los rivales y enemigos están esperando cualquier cosa para masacrarlo?
Mientras preparaba su ensayo, Zadie Smith escribió a algunos amigos escritores y, tras prometerles mantener en secreto sus nombres, les preguntó cómo juzgaban su propio trabajo. Uno de ellos convirtió su sencilla pregunta en una cuestión más interesante: «Querida, siempre he pensado en lo fascinante que sería preguntarles a los escritores vivos: ‘Sin pensar en los críticos, ¿dónde crees que flojea tu escritura? ¿Cómo soñabas que sería el libro antes de que fuera escrito? ¿Cuáles eran tus mayores esperanzas? ¿Cómo dejaste que no se materializaran?’. Un mapa de decepciones: eso sí sería una revelación».
Ese mapa de decepciones y de fracasos podría convertirse en un material de trabajo de gran utilidad para los creadores, a quienes les permitiría establecer conexiones con los fracasos ajenos y quién sabe si no recibir interesantes lecciones de algunas de las frustrantes experiencias confesadas. Uno piensa que, como mínimo, ese intercambio de fracasos relajaría el ambiente, y seguramente incluso nos permitiría avanzar, dar un paso adelante en ciertos aspectos de la creación literaria.
Sería muy valioso para todos poder contar con ese mapa de decepciones, poder disponer de los más variados análisis de por qué fracasaron unos y otros en pequeñas cosas casi invisibles. Serían útiles todos esos análisis y, por mucho que en ellos también los escritores volvieran a fracasar, no por eso dejarían de aportarnos en sus confesiones un material muy precioso, próximo a la revelación: tal vez, oro en paño para las nuevas generaciones y, en todo caso, material de encuentro.
Pero el rencor, la mirada ruin y la amargura sempiterna de los mediocres, como en tantas otras cosas, impiden el avance. Cabe esperar que un día les envenene su propia mediocridad y el mapa de decepciones pueda por fin dejar de ser una decepción más del propio mapa, y el mundo entonces, quién sabe, incluso mejore. Ligeramente, claro. Tampoco hay que ser muy optimistas en semejante asunto, pues ya se sabe que, a fin de cuentas, en todo acabamos fracasando siempre. Estrepitosamente, claro.»
Extracto del artículo Fracasa otra vez de Enrique Vila-Matas en EL PAIS.