En una de las conferencias sobre La próxima red, en Art Futura 2007, Enrique Dans nos explicó que su hija estudia con varias sesiones de messenger activas al mismo tiempo y la televisión conectada para hablarnos sobre el tema de la atención dispersa. Decía que un chaval de hoy en día se ha acostumbrado a ver vídeos de menos de 3 minutos y quiere verlos cuando él decida, no cuando los pasen por la tele (si es que los pasan). Se preguntaba a dónde nos lleva todo esto porque está claro que esta nueva relación con la tecnología está generando nuevas conexiones neuronales que nos convierten en personas nuevas con aptitudes que seguramente no habíamos explorado anteriormente. Enrique, al contrario que mucha otra gente, no duda de que su hija está realmente estudiando mientras atiende al mismo tiempo a otras actividades que requieren su atención. Y piensa que, quizás, si hubiese apagado el messenger y todo lo que pudiese desviar su atención del objeto de su estudio, en realidad no hubiese podido estudiar más eficientemente.
Esta anécdota me dio que pensar. Yo también tengo la sensación, desde hace mucho tiempo, de encontrarme en situaciones parecidas sin darme cuenta y sin mayores traumas, a no ser que la situación me venga impuesta y no sea una decisión libre. Pero si en algún momento he tomado conciencia de esa situación la mayoría de veces he tenido tendencia a considerarla algo negativo que debía evitar. Después de salir de la conferencia me di cuenta de que en estos momentos ya no lo veo tan claro y que, quizás, hacer tres cosas al mismo tiempo puede ser la mejor opción y la más efectiva en muchas ocasiones.
Trabajando con Carmelo Salazar le he oído hablar bastante sobre la eficacia de la distracción como herramienta alternativa a la concentración para permitirnos realizar algunas acciones que nos cuesta trabajo realizar o que nos bloquean o que no somos capaces de realizar de una manera natural y directa. A veces, el hecho de estar pensando o haciendo otras cosas simultáneamente nos permite desbloquearnos y dar en el clavo.
Cuando salí de la conferencia también pensé en Glenn Gould y hoy, vaciando el revistero, me he encontrado con un artículo de El País de hace medio año con estas dos citas de Glenn Goud:
Duermo con la radio puesta. De hecho, desde que dejé el Nembutal soy incapaz de dormir sin la radio
La radio me permitió superar un bloqueo mental con el Opus 109, de Beethoven. Me resulta imposible entender a la gente a la que le molestan los hilos musicales. Yo me pasaría la vida subiendo y bajando en un ascensor. Por sosa que sea, no me molesta. No discrimino
Hace muchos años recuerdo que mi maestra me explicó que Glenn Gould superó un bloqueo de ese estilo tocando el piano con la radio a tope. En vez de silencio y concentración, solucionó el problema colocando un elemento de distracción total que le impedía prestar la suficiente atención a su propia interpretación. Y así consiguió abrir el camino hacia la interpretación que él estaba buscando. Sin escucharse.
También cuentan que Bach componía con el follón de sus innumerables hijos rodeándolo. O sea, que quizás no sea un fenómeno ni tan nuevo ni tan nocivo. En cualquier caso habrá que esperar unos años para ver cómo acaba todo esto.
Mientras tanto cuando alguien se agobie con el exceso de información al que estamos expuestos últimamente, como si disponer de mucha información fuese un problema en vez de un beneficio, le diré lo que nos dijo Juan Freire en su intervención en la conferencia, algo más o menos así: La información es como la electricidad, cuando la necesitamos la utilizamos y cuando no la necesitamos, ¿alguien se agobia por saber que circula por los cables que nos rodean constantemente?
Como postre, Glenn Gould trabajando Bach en su casa.