En el estreno en Barcelona del espectáculo El traspiés de Luisa, de la Societat Doctor Alonso (compañía formada por Sofía Asencio y Tomà s Aragay), el público era invitado a sentarse en cómodas butacas. Mientras tanto, en el escenario estaban Las Luisa, un grupo de música formado por cuatro chicas (voz, guitarra, bajo y batería), en concierto. Me cuesta imaginar situación más incómoda para el público de un gupo que se define como Pop/Rock/Indie (http://www.myspace.com/lasluisa). Sin una cerveza en la mano, sin poder fumar (aunque esto ya casi es clandestino), sin estar de pie y sin bailar. Pero, claro, es que estamos en el Mercat de les Flors, sala pública dedicada a la danza y las artes del movimiento. Eso quiere decir que no hemos venido a un concierto y que, en todo caso, las que bailan son ellas. Y, hombre, nadie puede decir que no se muevan. En una banda de pop hay que moverse si quieres que suene algo decente. Se mueve la cantante, se mueven sus labios, se mueve toda su cara mientras canta, se mueve su pelo, se mueve toda ella mientras suena la música, cuando coge el micro, cuando mueve el cable del micro mientras nos mira, cuando nos da la espalda y habla con sus compañeras. Pero no es la única que se mueve, son cuatro moviéndose en el escenario. Parece mentira la cantidad de movimiento que genera un grupo durante un concierto. Movimientos funcionales, espontáneos y no tanto. Están ahí todas las convenciones de un concierto, a las que ya nos hemos acostumbrado y por eso ya no nos sorprenden. Lo que nos sorprende es que alguna de esas convenciones no esté, cuando nosotros la esperábamos sin darnos cuenta. Lo mismo que si esperábamos un espectáculo de danza y va y aparece un grupo de pop que, además, no suena demasiado profesional. La lástima es que, como sigan ensayando y haciendo bolos, van a acabar sonando medio bien. Y entoncés ya no será un espectáculo sobre el error, que es lo que nos prometieron.
En Volum 2, el siguiente espectáculo de la Societat Doctor Alonso, la que baila es Sofía Asencio, la bajista del entrañable grupo Las Luisa. Pero ahora el músico es Nilo Gallego. Al principio está por ahí, con su ordenador, creando espacios sonoros por donde se cuela de vez en cuando Lou Reed. Pero luego ya no está tan clara la cosa porque resulta que Nilo toca la batería con una energía que sorprende pero ya sabíamos, por el espectáculo anterior, de las incipientes habilidades musicales de Sofía y ella no pierde la oportunidad de demostrarlas. Aunque cada vez se lo pone más difícil porque esta vez parece que se trata de moverse cada vez más impedida por los vendajes que le aplica Nilo. Unos vendajes que han ido convirtiendo a Sofía, poco a poco, en una mutilada, sin pies y sin brazos (pero con unas gafas de sol que la protegen de la excesiva exposición a la mirada humana), mucho antes de que ni siquiera sospechásemos que fuese a coger su bajo, de nuevo. Hay quien dice que cuantas más limitaciones se impone un artista mayor es su libertad. No sé. Lo que sí sé es que, en el punto culminante, con Nilo (cabeza vendada) en la batería y Sofía moviéndose, la energía que desprendían ellos dos en el escenario me llegó por la piel, se me movía todo el cuerpo y tenía ganas de salir del teatro a quemar Barcelona. Y eso hacía tiempo que no me pasaba y, de vez en cuando, lo echo de menos.
Muchas gracias por tus textos.
Lo de quemar barcelona me ha emocionado.
Nosotros encantados de colgar las cosas en teatron ya nos dices cunado nos necesites para probar etc…, feliz verano tomas.